viernes, 31 de julio de 2015

Tristeza que cura.

En esta entrada me gustaría pararme a pensar sobre la tristeza (y la rabia, el enfado...), como una parte absolutamente necesaria (y valiosa) de los sentimientos que las personas experimentan durante su vida. 

La tristeza, junto con otras emociones como la rabia, el enfado... están connotadas de una manera bastante negativa desde muchos ámbitos y sectores, desde donde se enfatiza su control, gestión, dominio... y  a menudo su absoluta supresión.

Pretender suprimir de manera absoluta y radical emociones y sentimientos como la tristeza, el enfado, la rabia... me parece una estrategia, primero imposible, y que en segundo, lugar provoca más sentimientos dolorosos y dificultades personales de las que se querían evitar.

Cuando hay, tristeza, rabia, enfado o cualquier otra de las emociones y sentimientos considerados difíciles o a controlar (o una combinación de ellos) eso está sucediendo por una o varias causas y esos sentimientos están ahí por algo cumpliendo una función y es importante que se puedan expresar.

En este sentido, quizás es destacable que las mayores dificultades se dan cuando precisamente no pueden emerger y expresarse de manera natural y adecuada sentimientos como la tristeza, el enfado, la rabia, quedando de alguna manera bloqueados o impedidos de expresarse. Es seguramente en estos casos cuando se originan dificultades entorno a todo esto que naturalmente no se puede expresar ni elaborar, no porque la tristeza, el enfado o la ira deban ser controlados, suprimidos...

Quitarle a una persona la posibilidad de entristecerse como manera de ir elaborando una pérdida (una pérdida puede ser cualquier cosa que el sujeto siente que ha perdido, incluso si no es consciente de ello) es quitarle la posibilidad de concluir el proceso de manera natural, algo que tras un tiempo más o menos prolongado y diferente para cada sujeto, le pone de nuevo en situación de vincularse con otras personas, proyectos, intereses...

Es cierto que a veces el dolor ante una pérdida se presenta como insoportable y terrible, pero en mi opinión, cuando la persona necesita ayuda para salir de allí, se trata de ayudarla más bien a poder expresar y a poder sentir de la mejor manera posible todos aquellos procesos que se están dando en su interior y que lógicamente en algún momento darán paso a otras cosas, aunque siempre perdure lo perdido en el recuerdo.

En este sentido también es importante considerar que los tiempos de cada uno son distintos, y eso sucede también para la vivencia de las emociones y sentimientos, por lo que a menudo nos damos cuenta a posteriori de que determinada experiencia triste, dolorosa, difícil, ha tenido, por otro lugar, o nos ha conducido de manera no esperada, a encontrar cosas que por otro lado han sido muy importantes en un sentido positivo.

Podríamos decir, que es la propia tristeza, cuando se puede vivir de manera natural, la cura para los avatares de la vida.

Gracias.


jueves, 23 de julio de 2015

En contra de nosotros mismos

Existen muchas maneras sutiles de irse apagando, disminuyendo, negando, bloqueando y atacando a uno mismo, que aunque quizá no lo parezca a primera vista, tienen que ver con el hecho de ir minando y eliminando, aunque no nos demos cuenta, lo más vivo que hay en nosotros.

Siempre que nos plegamos, aunque sea inconscientemente, a la voluntad de los demás, negando lo que nosotros somos más en el fondo, lo que más anhelamos o necesitamos -porque estamos de alguna manera impedidos, porque nos sentimos demasiado débiles, porque nos asusta demasiado-  para desarrollar nuestro propio potencial estamos haciendo una apuesta por ir eliminando, disminuyendo, bloqueando y eliminando lo más vivo que hay en nosotros, y en este sentido, podemos pensarlo como una manera de ponernos más en contra de la vida que a favor.

De esta manera, existen muchas personas que ante su miedo a la vida, a responsabilizarse de si mismos, a ser autónomos, libres, deciden inconscientemente por quedarse pegados, cogidos, alienados, angustiados, reducidos, infantiles... por diferentes conflictos que les hacen muy difícil crecer, y entonces lastrados por estas dificultades optan inconscientemente por la inmovilidad y por quedarse pegados a los lugares de origen, a lo familiar, a lo conocido... como una maniobra de defensa ante el miedo a la vida. Pero esta maniobra tiene un precio muy alto, el precio más alto posible: no realizar lo que uno mismo es y podría llegar a ser como ser independiente.

Para poder vivir necesitamos de personas, y de algunas de ellas durante mucho tiempo, de ahí la universalidad del sistema familiar. Por otra lado, muy a menudo estos vínculos se tornan muy problemáticos en el sentido de que pueden "ahogar" el desarrollo de la persona, si los lazos que se crean no se pueden cortar, o al menos soltarse, aflojarse, cuando llega el momento de tomar las propias decisiones y recorrer el propio camino.

Vivir a escala humana es aceptar las imperfecciones de la vida, -para empezar, su finitud-, aceptar que en la vida cabe el sufrimiento, la necesidad de esfuerzo, que pagamos un precio para poder conectarnos con lo que somos y tratar de acercarnos en la mayor medida posible a realizar nuestros deseos, nuestras ilusiones, nuestros sueños, pero esta es la única responsabilidad humana auténticamente ineludible: ser nosotros mismos.

Gracias

jueves, 16 de julio de 2015

Alegría y sufrimiento.

La felicidad no es un estado permanente. No puede serlo, por definición, dado que necesitamos el contraste entre diferentes momentos afectivos de cara poder establecer graduaciones y valorar entre diferentes sensaciones y distintos momentos.

En este sentido, habitualmente aparecen noticias, en las que se suele intentar preguntar cual es el grado de felicidad de las personas. De manera general la mayoría se declara feliz. Si bien como comentaba más arriba, una felicidad total es imposible. Quizá sí podemos hablar de bienestar, alegría, o satisfacción con la mayoría de las facetas de la vida, aunque como bien sabemos, esta satisfacción se disfruta en el momento presente, pero no podemos garantizar de ninguna manera que vaya a ser permanente y no podemos saber que será lo que ocurrirá en el futuro. 

Teniendo en cuenta la enorme variabilidad entre las personas, y dejando de lado criterios estadísticos que pretenden explicar este bienestar mayoritario apelando a cuestiones estadísticas, como tener  o no trabajo, formación, pareja, amistades... creo que el tema de la satisfacción personal, la alegría (me resisto a usar el término felicidad, porque me parece demasiado absoluto) va mucho más allá y se ancla en cuestiones mucho más íntimas y personales de cada sujeto, tejidas en la trama de su historia y de su biografía, y como no, atravesadas por las preguntas esenciales, dramáticas y complejas que todos nos tenemos que hacer por el hecho de estar vivos: Preguntas como ¿Quien soy?, ¿Qué quiero?, ¿A donde me dirijo?, ¿Cómo quiero vivir?, ¿Cómo manejo lo inevitable de la vida?

Creo que la felicidad esta relacionada con lo bueno que nos sucede pero también con como se responde a cada momento y también en momentos críticos, -porque estas cuestiones no tienen una respuesta absoluta que las deje resueltas de un plumazo- a las cuestiones complicadas y difíciles de la vida.

Sería muy interesante saber que es lo que considera felicidad cada persona, según sus propias posibilidades y la realidad en la que vive; para algunos tal vez la ausencia de grandes sufrimientos, para otros el disfrute de grandes placeres, la vivencia del amor, la pasión expresada a través de la puesta en acto de una vocación, la plenitud de la fe religiosa...

En este sentido, volveremos a encontrar, que las vivencias personales de cada uno son únicas, incomparables, cosa que para mi representa el paradigma de lo humano. Para cada uno la experiencia de la alegría y la satisfacción es distinta, y no es comparable con la de otra persona, es única.

La cuestión me parece muy compleja, sobretodo si tenemos en cuenta, que el sentimiento consciente de alegría o satisfacción es un indicador, pero a menudo no aparece sino como conclusión cuando se han podido elaborar y atravesar aspectos complejos que uno debía de afrontar.

Esta entrada es solo una pincelada sobre un tema muy complejo como es el de la alegría, la satisfacción, el bienestar (incluso la felicidad), sobre como para cada persona es única e intransferible e incardinada en las coordenadas de su biografía, y como no es posible que haya alegría o felicidad si no hay dificultades y algún sufrimiento, para poder valorar el contraste, e incluso llegando la importantes satisfacciones tras haber podido resolver algún tema difícil e ineludible que la vida nos ha puesto por delante.

Muchas gracias.



jueves, 9 de julio de 2015

¿Es la felicidad una línea recta?

En los últimos tiempos, fruto de diferentes vivencias personales y profesionales, vengo preguntándome hasta que punto, la posibilidad de ser feliz, así como, en general, el desarrollo de las personas, puede darse en una continua, fija e inmodificable línea recta.

Desde luego que esto sería algo muy deseable: poder encontrar lo que uno desea y lo que le gustaría en los diferentes ámbitos (vocación, pareja, posicionamiento personal: y si puede ser todo a la vez..) y a partir de aquí seguir este guión cada vez mejor. Lamentablemente este planteamiento tan ideal, no me parece posible dentro de nuestras humanas posibilidades.

Si bien es fundamental poder encontrar lo que deseamos, dado que esa será la energía, el motor, que nos mueva en la vida, pienso que en la trayectoria de la experiencia humana se suceden diferentes fases, en las que tanto necesidades como deseos pueden cambiar, y lo más saludable y positivo es poder estar conectado con lo que uno desea y con las propias necesidades de cara a poder continuar con el propio desarrollo.

Es cierto que este cambiante panorama de las necesidades y deseos humanos, no nos impide comprometernos en proyectos (personales, familiares, laborales, sociales) duraderos, pero en mi opinión no pueden ni deben aprisionar ni bloquear la expresión y la capacidad de detectar nuevas necesidades o nuevas aspiraciones dentro de nosotros mismos. El poder estar cerca de lo que necesitamos y sentimos, a menudo cambiante, nos da la opción de poder realizar un trabajo de poner lo más de acuerdo posible la necesidad interna con la realidad y las posibilidades exteriores, lo que nos da mayores posibilidades de satisfacción.

No obstante, en algunas ocasiones, fruto de nuestro trayecto por la vida, de las cosas con las que nos vamos encontrando y de lo que vamos captando en nuestro interior, aparece la necesidad de plantearse cambios, giros en el camino, nuevos recorridos... que nos muestran que este panorama de lo que deseamos y necesitamos no puede ser tan fijo e inmutable por mucho que nos conozcamos a nosotros mismos: las necesidades y deseos cambian, la línea no es tan recta y está sujeta a menudo a la necesidad de nuevos cambios o ampliaciones -o correcciones- de rumbo. Esto puede generar miedo e incertidumbre dado que podemos sentir que aquello que nos gratificaba, nos agradaba y nos hacía sentir bien, ha dejado en cierta manera de ser así.

Si no escuchamos esa voz en nuestro interior que nos habla de la necesidad de plantearnos que deseamos y necesitamos hacer, en vista de que esto puede de alguna manera modificar nuestra realidad actual, cuestionar algunas cosas de nuestra vida, o chocar contra las expectativas de personas importantes para nosotros; es probable que nos encontremos con el sufrimiento y el malestar que genera tratar se seguir por la fuerza un camino que ya no nos está siendo satisfactorio como lo era anteriormente, y que nos habla de la necesidad de poder sentir y repensar que es lo que necesitamos en ese momento.

Me parece vital para el ser humano que pueda escuchar y seguir  las implicaciones de su propio deseo, aunque por el lado quizás contrario, también es muy cierto, que es importante dejar madurar la necesidad de hacer cambios y correcciones en el rumbo, hasta que se pueda sentir de una manera más profunda que eso es lo que se desea; es importante darse un tiempo interno para la escucha antes de decidir realizar cambios importantes, dado que hay cosas que pueden empezar a aparecer de una manera e ir tomando otro sentido: es decir, no sería tampoco cuestión de pasar de la rigidez y la inmutabilidad a la inconsistencia de ir haciendo giros y cambios cada vez que se topa con algo que puede tener que ver con el malestar o la incomodidad, que siempre son en alguna medida inevitables.

Se trata de servirse de uno mismo y de nuestras propias necesidades internas para irnos situando de una manera que como seres individuales, sexuales, familiares, laborales, sociales y espirituales nos permita mayores cotas de desarrollo y plenitud y eso nunca es en una línea perfectamente recta sin rectificaciones, correcciones, giros e incluso algunos quiebros, que conformarán nuestro recorrido por la vida.

Espero que lo disfrutéis.

jueves, 2 de julio de 2015

Las partes frágiles y las verdades incómodas

En esta entrada me gustaría referirme a aquellas partes que no mostramos, no solo a los otros, sino sobretodo a nosotros mismos, nuestras propias partes frágiles y nuestras verdades ineludibles e incómodas.

Preferimos vivir en la ilusión de que determinadas realidades ineludibles, tanto propias como colectivas, no existen. A menudo es difícil para muchas personas poder vivir con certidumbres como lo incontrolable de la vida, la posibilidad de la enfermedad, del sufrimiento, o la certeza incierta de la muerte.

No somos un círculo perfecto y completo, jamás vamos a serlo, sino que siempre nos faltará algo, siempre tendremos esquinas o bordes que no se que acaban de cerrar. No obstante, es importante saberlo de cara a poder situarse en cierta manera ante nuestras partes frágiles, ante lo que no nos funciona en una vida que nunca va a ser perfecta, aunque si puede proporcionar logros y satisfacciones.

Por mucho control que sintamos tener o por muy armónica que sea nuestra adaptación al mundo real, aquello que no funciona tan bien siempre insistirá, siempre aparecerá, y probablemente siempre necesitará de una revisión y de un trabajo continuado para ir intentando vivir lo mejor posible con ello.

El problema para muchas personas se da cuando pretenden vivir como si estas realidades no existieran o fuera posible encontrar un parapeto definitivo y paradisiaco para la responsabilidad de vivir (religión, política, drogas, quedar anclado en la familia de origen...), quedando parados en la única tarea humana: crecer y desarrollarse a pesar de las dificultades, admitiendo que el paraíso fue solo una ilusión infantil.

Existen muchas personas que lejos de poder contactar con ello y poder asumirlo quedan ancladas en cuestiones que les hacen muy desagradable y dolorosa la tarea de vivir, añadiendo mucho sufrimiento extra a una realidad que solo haría necesario el sufrimiento cuando es ineludible y necesario.

A nivel relacional a menudo esto se detecta en personas que han quedado ancladas a los deseos y expectativas de los demás, sin poder desarrollar el propio potencial y posibilidades, de acuerdo a fuerzas y conflictos que se transmiten en la dinámica generacional de las familias de manera inconsciente: el precio que se paga es altísimo.

En este sentido, aquellos quienes pueden realmente conocer, estar en contacto y trabajar con aquellas partes de uno mismo más frágiles (siempre las va a haber en cualquier persona), tienen mucho ganado, en la medida que el ideal de que una vida totalmente libre de sufrimiento, dolor, enfermedad o muerte, no es aplicable a la vida humana, aunque nos rehusemos a entrar en contacto con estas partes tanto como podemos.

Hay quien quiere velar de toda manera posible la inevitable aparición de lo que no es perfecto y del sufrimiento en la vida, provocándose en suma, mucho más sufrimiento por añadidura, por pretender el imposible de clausurar lo que es imposible de cerrar: que hay verdades en la vida que no cierran y que todos tenemos ángulos frágiles por nuestra condición de sujetos.