miércoles, 23 de marzo de 2016

Romper la cárcel emocional: empezar a caminar.

Crecer emocionalmente implica cambiar, no estar en un punto fijo, no quedarse para siempre en un lugar. Esto es muy problemático para muchas personas, las cuales pueden haber pasado muchos años de su vida aferradas a un determinado lugar en su familia, en el mundo, en la manera de relacionarse... entonces les aterra la posibilidad de perder eso, lo único que conocen, aunque implique poder crecer y desarrollarse.

Vemos así como muchas personas quedan aferradas a su propia cárcel mental, de la que les es dificilísimo moverse y a la que paradójicamente se aferran aunque les limita enormemente y les crea muchas dificultades a la hora de crecer, relacionarse, madurar, disfrutar... y conseguir muchas cosas importantes en la vida.

Empezar a cuestionar ese lugar tan unitario, tan seguro, y tan consolidado, pero en el fondo, tan perdido y tan poco cierto, implica un dolor, que puede llegar a ser importante: el de ir uno mismo clausurando, dando pasos y saliendo de esa cárcel, de ese búnker que hemos construido tan opaco y con la pretensión de que nos protegiera de todo y de todos, y que termina por alejarnos y excluirnos de la vida misma.

A veces esta cárcel mental está muy instalada dentro de la mente de uno mismo, siempre desde vivencias, sucesos y relaciones de tiempos remotos, y entonces cuesta mucho trabajo y esfuerzo poderse ir abriendo a otras posibilidades distintas que nos permitan una mayor libertad de vivencias y de acción, que nos ayuden a ir de alguna manera clausurando ese lugar imaginario (por lo perdido que está) de nuestra primera infancia, o que, al menos, nos permitan empezar a cuestionarlo aunque sea doloroso y difícil - y a veces largo- todo ese proceso.

Es lógico que quien siempre ha estado recluido, apegado, fijado durante muchos años, tratando de protegerse de todo y de todos, tenga dificultades para empezar a dar pasos por si mismo, y que de alguna manera sienta que ir cerrando y alejándose de ese lugar al que se siente pegado, adherido, es algo muy doloroso y difícil. Es por ello que es necesaria (para muchas personas) la ayuda de alguien que haya recorrido este camino de liberación interior, dado que es un pasaje, una travesía de las más importantes que podemos hacer en la vida de cara a dignificar nuestro recorrido por ella y a vivirla aprovechando sus posibilidades.

En el inicio del camino pueden aparecer angustias y miedos importantes, las que tal vez implican empezar a salir de ese cascarón y encontrarse de alguna manera con algunas cosas que uno teme, o que uno cree temer. Siguiendo por este camino, una tendrá que tomar decisiones, implicarse con la vida, comprometerse, luchar... Por ello es importante que estos momentos que pueden ser de angustias importantes, y de cierto bloqueo, no hagan imposible el camino que se está recorriendo, y que se pueda tener en cuenta que pueden aparecer, pero eso no obtura todo el trabajo de liberación interior, todo el recorrido, que estamos tratando de hacer, y que tan importante será para encontrar nuestras preguntas y respuestas fundamentales.

Joan Escandell Salvador.
Psicólogo de la clínica Iniciativas Médicas de Ibiza y Formentera.

viernes, 18 de marzo de 2016

Bajones

Llamamos bajones a aquellos períodos no demasiado extensos de tiempo en los que nos sentimos desanimados, tristes, decaídos, sin ganas de hacer cosas, incluso con ansiedad y angustia...

Esta es una experiencia habitual para muchas personas, incluso sin que nada externo haya pasado que nos de pistas para saber porque nos sentimos así.                

Los llamados bajones son una manera como lo más profundo y latente de nuestra vida psíquica se anuda con los sucesos del día a día para aparecer, a veces de una manera que nos causa, a menudo,  un profundo malestar.                                                              
Los bajones van de alguna manera unidos a la biografía y a las características de cada uno y a menudo sus causas van más por lo profundo de nuestro ser que por la superficie de las cosas externas que nos van sucediendo, aunque es cierto que también vienen influidos por aquellas cosas que vamos viviendo, que son las que hacen saltar algún tema de nuestro interior que no llevamos suficientemente bien.

Si pudiésemos ver y llegar a tocar porque nos dan estos bajones realmente nos sorprenderíamos de que sus causas son muy distintas de aquello que pensamos que los provoca, o se combinan factores externos con otros internos, que tenemos muy poco conocidos: los externos no los podemos controlar, por lo que lo importante será que nos centremos en aquellos internos que efectivamente podemos ir desentrañando porque únicamente tienen que ver con nosotros.

A menudo los bajones son más o menos malestares pasajeros, pero si se repiten mucho o son de una intensidad que impida la vida normal de la persona entonces puede ser importante iniciar un proceso de exploración y descubrimiento de que es lo que los causa. Es muy probable que al ir tirando del hilo nos demos cuenta de que esos síntomas que aparecían en forma de bajón tienen que ver con otras cosas distintas de las que nos pensábamos en un primer momento, y que a menudo están más intrincadas y anudadas de lo que intuíamos, por ello es importante concederse el tiempo necesario para ir desanudando y poniendo en otro lugar todo esto que hace sufrir en aras a poder cambiar el rumbo de la vida si fuese necesario.

Muchas veces los bajones nos orientan y nos ayudan a fijar las coordenadas de algo que no está yendo bien, es por ello que es importante y necesario poder darse el tiempo y el espacio mental y terapéutico necesario para ir cambiándolo, dado que difícilmente podremos hacer una inversión mejor que esta con nuestras vidas, en lo que tiene de ir cambiando y modificando aquello que no funciona o nos causa malestar o sufrimiento.

Las razones para la alegría y para disfrutar de la vida son algo muy personal y muy de cada uno, tanto como las razones para el sufrimiento y el malestar, por lo que para cada uno el tratamiento y la trayectoria para ir cambiando todo esto también será un recorrido personal y único.

Saludos.

martes, 8 de marzo de 2016

Turbulencias

Ante los cambios y situaciones nuevas, sobretodo ante aquellas que cambian de manera importante nuestras rutinas diarias, nuestros hábitos, rituales y aquellas cosas que nos dan seguridad, solemos sentir angustia. 

Es cierto que la angustia inicial es una fase muchas veces necesaria, en el proceso de irse adaptando a los cambios y a lo que implican, no obstante esta es una fase que suele durar mientras nos vamos asentando en los nuevos lugares y funciones que vamos ocupando.

Cuando más fijos e inmutables nos queramos mantener en nuestra manera de agarrarnos al mundo, cuantas menos cosas estemos dispuestos a cambiar de nosotros mismos en nuestra aventura y en nuestro trayecto por la vida, consecuentemente mayor será nuestra rigidez y más sufriremos por la dificultad en adaptarnos y en asumir que muchas veces la vida hace recorridos que no son lineales y que tienen diferentes etapas, y ello no quiere decir que no vayamos a hallar algo importante para nosotros o que no estemos satisfechos con lo que vamos realizando.

Una vida sin turbulencias es imposible, dado que nadie puede controlar el curso de los acontecimientos, por lo que empeñarse en que así sea no hará más que provocarnos en definitiva un mayor sufrimiento.

Es cierto, no obstante, que las turbulencias que vamos encontrando por el camino en forma de angustia son más aparatosas que reales, (la angustia se caracteriza por ser muy aparatosa) en tanto en cuanto después de un cierto tiempo, generalmente, un corto espacio de tiempo, vamos reencontrando nuestro equilibrio y nos vamos resituando frente a los cambios que hemos realizado.

Es la idea de la inmutabilidad y de que todo debe de ser igual y de que estaremos a salvo de cualquier angustia, la que nos hace encerrarnos de manera rígida en estructuras como cárceles mentales que nos van bloqueando nuestras posibilidades de crecer y hacernos fuertes e independientes.

Como en los vuelos en avión, las turbulencias forman parte de la vida, pero son más aparatosas que efectivamente peligrosas o graves, es por ello que todos estamos expuestos a ellas y que forman parte del camino, de hecho, no se pueden evitar por lo que es importante que nos acostumbremos a vivir con ellas, sabemos que suelen aparecer cuando hacemos cambios en nuestra vida.

Las turbulencias nunca han implicado que un viaje vaya a terminar mal, pero si que se esta "en el viaje", que quizás es lo más importante.

Saludos.

jueves, 3 de marzo de 2016

Cuando todo se mueve bajo nuestros pies: ¿Cómo lo tratamos?

Terremoto, crisis, ruptura... Son adjetivos a través de los cuales las personas intentan poner en palabras vivencias psicológicas dolorosas, imprevistas, duras incontrolables... que se salen de lo que estamos habituados a vivir.

Todos en un momento u otro enfrentamos aquello que se sale de lo "normal", que no controlamos, que nos sorprende, y que hace que todo lo que nos funcionaba hasta la fecha, no funcione.
En este sentido, una crisis, entendida como el momento en que surge un importante malestar psicológico, venga provocada por un fenómeno externo (separación, enfermedad, cambio imprevisto...) o venga directamente de nuestro interior sin que nada externo haya cambiado, siempre nos genera sensaciones muy doloras (a veces casi inaguantables) de angustia, desesperación, tristeza, incertidumbre...

Siendo cierto lo que comentaba anteriormente de la intensidad y lo difícil de transitar determinadas emociones (sobre todo aquellas que tienen que ver con la angustia), creo que el enfoque de tratar de reducir el malestar a toda cosa -incluso químicamente- sin poder plantear ningún cuestionamiento de porque determinada vivencia nos ha desequilibrado tanto, o de porque -y que significa para nosotros- determinada constelación de síntomas que ha emergido de nuestro interior;, es errado en el fondo, a pesar de atender y aliviar de manera inmediata el sufrimiento de las personas.

En este sentido, pienso que el tratamiento y la orientación psicológica tienen que poder poner un interrogante en el malestar que se siente, poniendo precisamente a la persona que lo sufre en disposición de realizar un recorrido personal que le permita cambiar cosas: si no hay preguntas, cuestionamientos, revisión de áreas de la vida (precisamente porque hay cosas que no encajan o se han desencajado) difícilmente habrá un cambio interno que parta de la persona consultante, que es el único que realmente puede llegar a curar. 

Si la opción del tratamiento es -solo- tragarse una pastilla, o suprimir determinados pensamientos y emociones y cambiarlos por otros "más correctos"-, sin poder abrir verdaderos cuestionamientos de temas muy centrales en la vida, es difícil que se den cambios verdaderos y profundos que puedan hacer otra cosa de este malestar; por otra parte, alivios, alivios hay muchos, y de muchos tipos, pero no tienen que ver con un trabajo real de progreso y maduración de la persona.

En este sentido, los problemas que suelen plantearse al trabajo como yo lo vislumbro tienen que ver con que este tipo de intervenciones suelen ser más largas en el tiempo (se trata de desanudar nudos a veces muy antiguos y consistentes) e implican una participación y una implicación distinta de la persona mucho más allá de hacer lo que se le ordena -o incluso de plantear que el profesional es el que tiene el saber de una manera monolítica y sin matiz-.

Efectivamente es un enfoque que implica que la persona se vaya movilizando, y eso puede tener incomodidades y algún dolor por el camino, pero se trata de dar la palabra a la persona para empoderarla y hacerla protagonista de su propia historia, dado que contemplamos que nuestros pacientes, siempre según sus propias posibilidades, tienen la capacidad para hacerlo. El prescribir, ordenar, sugestionar, pautar, enseñar, sin permitir al otro desplegar todas sus cosas es una manera de no tenerle en cuenta y no creer en sus verdaderas posibilidades.