miércoles, 9 de agosto de 2017

(Dis)Coaching: La tiranía del bienestar

Vaya por delante mi respeto por los diferentes profesionales que trabajan en ámbitos que tienen que ver con el sufrimiento o el malestar humano.

En los últimos tiempo asistimos a una proliferación de perfiles profesionales muy distintos con promesas muy variadas en el campo del malestar humano, la "mejora personal"... Uno de estos perfiles corresponde a aquellas personas que de dedican al coaching.

Parece haber diferentes tipo de coaching, dirigidos a diferentes colectivos. Bastante de ellos con psicólogos de formación básica, aunque hay otros muchos que tienen otros recorridos.

No pienso que el campo del malestar humano se deba privatizar, de manera que solo puedan intervenir en el los psicólogos, los psiquiatras, o quien sea. Sí que es cierto que la formación debe de tener un mínimo de solidez y seriedad, aun siendo esto también difícil de definir operativamente, si que creo que es interesante que se trate de una formación extensa en el tiempo y impartida por persones con reconocido saber y experiencia en su campo.

Es cierto que no todas las formaciones de estos florecientes campos que estoy comentando ofrecen estas garantías.

No soy yo quien tiene el conocimiento para saber quien puede intervenir y quien no, pero me gustaría realizar mi aportación a algunos elementos ideológicos que considero básicos.

La idea de ayudar a alguien para que cumpla sus objetivos, en principio no parece mala del todo, el problema es que la focalización absoluta sobre ese campo, reduce de manera artificial factores fundamentales que van a afectar a estos encuentros y que es fundamental tener en cuenta (factores transferenciales, cognitivos, emotivos...) cuando uno se embarca en una relación de consulta con otra persona. De no saber manejarlos el resultado puede ser negativo.

Por otro lado, lo que más me preocupa, es que a mi entender, subyace un ideología superficial, muy light, del bienestar, de la felicidad, del todo se puede... que ni siquiera se atreve a entrar en las feroces contradicciones que abrigamos cada uno de nosotros, y por extensión que abriga la sociedad, tantas veces injusta.

No concibo, al menos yo mismo, las herramientas de ayuda a las personas desde esa óptica de adaptación al medio, que tan poco encaminamiento implica, que no toca nada, y que me parece que es más bien un objeto más a consumir, en una sociedad ultra consumista, que un elemento de investigación de lo más auténtico y particular de uno mismo.

No tiene ningún sentido tocar la tecla del bienestar o conseguir los propios "objetivos" de esa manera tan superficial desentendiéndose de la realidad de que para conseguir alguno de ellos tal vez hay que desafiar elementos personales, familiares, laborales o sociales difíciles, transitando un camino personal que puede tener momentos de dolor o sufrimiento.

El bienestar o la felicidad no es una receta que sirva para todas las personas, ni que todas las personas quieran reivindicar. Es una vacuidad proponer "el bienestar" o cumplir los propios objetivos para todo el mundo, Hay muchas personas valiosísimas que dan un significado trascendente a su vida y hacen aportaciones interesantes para los demás, que no pasan en absoluto por ese bienestar cosmético y que parece más bien poco comprometido con uno mismo y con los demás.

No existen esos elementos marcados ya, a priori, en la manera como yo concibo mi práctica, precisamente se trata de que cada uno vaya descubriendo que es lo que quiere en el fondo, proceso nada fácil, por cierto, y diferente para cada uno.

Hay quien simplemente no quiere ser abanderado del bienestar, la felicidad, o la energía positiva, más que nada por que tiene compromisos más profundos y trascendentes consigo mismo o porque su manera de ser no va con esos nuevos mantras del siglo XXI; dejemos que cada uno viva su vida como pueda y quiera.

Si uno contamina el escenario con sus propias visiones del mundo, aunque no sea consciente de ello, no está facilitando la libertad, sino más bien tratando de convencer.

Lo nuestro no va de eso.

lunes, 7 de agosto de 2017

Opositors: els últims romàntics.

M'agradaria parlar del fenomen dels opositors, més que no pas de les oposicions en si.
És un món certament interessant, aquest de les oposicions. En la meva trajectòria vital, he anat aprenent que en el mateix procés d'opositar, un descobreix coses molt interessants i importants d'un mateix, que tal vegada no apareixen quant un fa una vida més estàndard.

Les oposicions solen posar al límit la capacitat d'esforç i la capacitat afectiva de les persones que les afronten: es necessiten moltes coses per atrevir-se i arribar fins al final amb unes oposicions: capacitat d'autogestió, capacitat de sacrifici i esforç, de mantenir la pròpia aposta davant la incertesa de no saber si el que un està fent va en la bona direcció, d'aparcar gratificacions i projectes personals, de suportar l'angoixa -sobretot la dels darrers dies-... Però sobretot, en la meva opinió, cal ser valent, ja que la majoria de les vegades ningú sap com sortirà l'aposta.

Sovint un s'ha preparat bé i ha donat tot el que tenia a dins, però els criteris del tribunal són inescrutables i llavors cal una dosi molt important d'esportivitat i de capacitat per contenir la pròpia frustració, quan un no sap com entendre aquests criteris. No entro a valorar les situacions manifestament injustes o irregulars que es poden donar, ja que no és l'objecte d'aquest article.

He tingut durant molt temps l'opinió, que pensava segura i immutable, que opositar era una pèrdua de temps, ja que no hi havia garantia. Un pèrdua temps de la vida per treballar i créixer personalment, i era interessant tenir la possibilita d'evolucionar en diferents situacions, feines i llocs.

Tot i que durant molt de temps aquest ha semblat un argument immutable, l'experiència m'ha portat a pensar, que per inversemblant que sembli, el fet de passar pel procés d'una oposicióencara que un no aconsegueixi la plaça que voldria, activa i mobilitza una sèrie de recursos i estructures, a les que tal vegada, un no tindria accés si romangués fent una vida més tranquil·la.

El procés d'opositar implica un repte, un desafiament personal que permet comprendre a posteriori coses molt valuoses d'un mateix.

És per això que dedica la meva admiració i aquest article als opositors que es juguen molt a una carta: encara que no surti bé en primera instància, mai és una pèrdua de temps.