domingo, 22 de noviembre de 2020

¿Se aprende a amar?

Pensar acerca de nuestro historial sentimental, con sus aciertos y fracasos, nos puede proporcionar un interesantísimo saber sobre nosotros mismos, especialmente respecto de cuales son nuestras posibilidades y limitaciones respecto de las relaciones de pareja -incluso si decidimos no tenerlas-, y para saber qué es lo que nos viene bien o nos viene mal respecto de las maneras de hacer del otro como pareja potencial.


Sin duda -excepto en aquellas pocas parejas que se encuentran en un momento temprano y construyen un lazo muy fuerte, e incluso a veces, definitivo- lo normal es que pasemos por diferentes experiencias y posiciones afectivas y sentimentales a veces más satisfactorias, a veces más dolorosas y/o traumáticas y por diferentes rupturas y crisis sentimentales que tienen que ver con manejarse y crecer en los que a las relaciones de pareja respecta.


Estas rupturas, que dejan a veces heridas muy dolorosas que necesitan tiempo para recuperarse, constituyendo un camino de rosas y espinas, cicatrices y costurones hasta que una persona ha conseguido la madurez suficiente para consolidarse y mantenerse en pareja de manera más o menos indefinida, o al menos, para saber crear los fundamentos para una relación que intente vertebrar un proyecto conjunto, en el que habrá momentos complejos y también retos como pareja.


Hay perfiles de todos los tipos, desde las persones que repiten un patrón muy concreto, persona tras persona, escenificando los mismas dificultades en una relación tras otra, como aquellas que han pasado situaciones muy traumáticas de pareja, pero han conseguido trascender y superar las dificultades pasadas, consiguiendo que estas no afecten en nuevas vinculaciones, a partir de un trabajo personal interno y de conocerse a uno/a  mismo, sea de manera intuitiva o con ayuda profesional si es necesario.


En mi opinión, los primeros tiempos de constitución de una pareja -esa fase donde se crean muchas expectativas de manera casi automática, se ponen en juego los ideales, las necesidades, las expectativas y se depositan muchas cosas en el otro- son fundamentales para saber con que grado de realismo y madurez podemos emprender una relación de pareja.


Es habitual que cuanto mayores sean nuestras carencias y limitaciones personales, de manera más inconsciente y ligera demos nuestro corazón y depositemos en otro muchas cosas de las que deberíamos hacernos cargo siempre nosotros mismos, perdiendo la posibilidad de establecer límites saludables.


Esa maduración lenta ofrece la posibilidad de continuar adelante con la humildad de saber lo que somos y cuales son nuestras limitaciones -conocerse a uno mismo-.


De manera inicial, pasados unos primeros tiempos de acople afectivo y sexual, y de un inicio de conocimiento más profundo; si no coincidimos en lo que queremos de ahí en adelante y en lo podamos definir como un proyecto común que satisfaga suficientemente a ambos, tenemos ya un síntoma de que es poco probable poder construir algo sólido.


En fases más maduras del recorrido de una pareja, el sexo siempre es un termómetro de la salud emocional de la pareja. Si no hay deseo ni manera de despertar y indagar en los deseos del otro -y eso siempre tiene que ver con la sexualidad, con sus variantes a lo largo de una relación y del momento vital de cada persona- nos podemos encontrar con relaciones fosilizadas, más basadas en la comodidad pero en las que es difícil poder encontrar algo realmente vivo.


En una relación de dos personas que deciden estar juntas para compartir libremente un proyecto de pareja, es esencial saber encontrar vías para lo que no funciona en cada uno, y entre los dos como pareja: saber discutir y enfadarse de manera adecuada como mecanismo de ir resolviendo y aligerando de una manera sostenible y no demasiado dolorosa las tensiones que existen en todas las parejas.


Otra dimensión que es muy importante, especialmente en los momentos difíciles, es estar dispuesto y saber cómo integrar los puntos débiles del otro, sin apuntar ni acusar. Seguramente si con el conocimiento del otro los hemos ido aceptando -todos los tenemos- podamos hacer algo con lo que no nos gusta y con las limitaciónes de nuestra pareja que vaya más allá del par antitético resignarse-atacar-.


Como en todas las parejas, la evolución común y de cada uno de sus miembros suele necesitar que se afronten y se habrán determinadas crisis, que pueden determinar una vinculación más sólida, o por el contrario, la necesidad de cambios o incluso de separarse. El hecho de querer negar esas crisis con su dolorosa elaboración, es sin duda el peor de los remedios, ya que nos impide percibir que cambios son necesarios.


Uno se presenta ante una posible pareja lleno de cicatrices (a veces heridas abiertas), pero con una propuesta más filtrada, más elaborada, en tanto en cuanto se conoce mejor a si mismo, después de todo este proceso.


Por lo tanto, en mi opinión, una vida llena de matices sentimentales, alegrías y decepciones, proporciona generalmente mayor experiencia para saber manejarse en las relaciones, fruto de ese aprendizaje sobre cómo amar.