domingo, 10 de enero de 2021

Hablemos de sexo

El sexo como muestra de las posibilidades del ser humano ha ido cambiando con el discurrir de los tiempos. En este sentido todo alrededor de la experiencia sexual ha cambiado: su concepción inicial cada vez más desligada de manera exclusiva de los valores de la procreación, los diferentes valores que hay alrededor, los significados que se otorgan a dicha experiencia, o la pluralización de posibilidades que amplían mucho más de aquello que se considera posible y válido dentro del campo de la esfera sexual.


No obstante en su núcleo sigue siendo una experiencia íntima, la más personal e individual, ante la que todos nos sentimos desnudos, valga la redundancia, y que expresa entre otras muchas cosas, nuestra vulnerabilidad y nuestros miedos.


Es cierto que la vivencia y la expresión de la sexualidad no hace muchos años estaba mucho más marcada, pautada y constreñida dentro de aquello que se consideraba aceptable o válido en este campo, mientras que actualmente existe una mayor libertad y una apelación a la responsabilidad individual, que cada uno puede aprovechar o no, para vivir de manera más autónoma está dimensión tan importante de la persona.


El sexo es para vivir y para relacionarse con la vida y con las personas, no para mantenerlo en una vitrina cerrada a cal y canto y observarlo de manera temerosa. Con nuestra sexualidad podemos hacer muchas cosas buenas o malas para nuestro desarrollo, esto queda hoy en día más bajo el criterio y la responsabilidad de cada cual: como comenté hemos pasado a un modelo de una sexualidad más controlada e impregnada por unos valores más férreos a una visión más plural y libre que nos debe hacer responsabilizarnos mucho más de manera individual de la salida que damos a esta esfera de nuestra vida.


Al final se trata de un acuerdo entre personas para compartir un encuentro, dentro de una relación de pareja o no, dentro de las maneras y los convencionalismos acostumbrados o descubriendo una manera de satisfacerse más singular.


Pocas experiencias tan intensas y potencialmente agradables como la de estar prendido por un deseo que eriza todos los poros de nuestro cuerpo.


Para el sexo y la satisfacción sexual no hay fórmulas ni a prioris, cada uno debe emprender el camino de descubrir, conquistar, lanzarse... a su propia sexualidad. El sexo no es un fin, -amén del propio de la procreación elegida como proyecto de vida- es una necesidad tanto como una herramienta que el ser humano tiene para relacionarse con los otros, para expresar sus afectos y para dar cuenta de lo que lleva dentro; así como también, según el momento en el que esté cada uno, para ser un elemento de relaciones importantes y/o formar parte de una convivencia o de una relación de pareja que implique un proyecto familiar.


Es por ello que es interesante que esa dimensión pueda ser saludable y que los términos de la vivencia sexual entre las personas implicadas se rijan por la comunicación de las necesidades y preferencias de los participantes en cada encuentro más que de normas o estándares morales universales, religiosos...


Lo único común y universal en el sexo es el respeto por quien sea el compañero/a/os/as sexual/es y que el encuentro nazca de la libre voluntad de tenerlo sin más interés que el propio deseo sexual.


Cuanto más se pueda poner el sexo en palabras más se teñirá, como experiencia global, de otras dimensiones de uno mismo para dejar de ser algo extraño o atemorizante. Es por ello que me parece fundamental hablar de y sobre el sexo.


Cuando esa experiencia, según las posibilidades de cada cual, sigue estando constreñida y teñida por los miedos y las limitaciones, podemos estar hablando de una limitación personal, tal como puede serlo una limitación en la esfera social, emocional… Aun así, hay que ser cuidadoso y respetuoso, dado que cada cual vive la sexualidad que mejor se ajusta a las posibilidades y maneras de ser propias. No podemos decir que haya una manera mejor que otra: la mejor es la que le va bien a cada uno y le sirve para vivir, relacionarse y encontrar satisfacción.


En conclusión, el sexo es para vivir(lo).


domingo, 3 de enero de 2021

¿Sufres por lo incontrolable?

En aquello que hacemos subyacen nuestras expectativas y se proyectan nuestros anhelos de manera inevitable, aunque habitualmente ni siquiera seamos conscientes de ello.  Además la sociedad actual nos vende de manera creciente un poderlo todo y poderlo sin demora, cosa que tal vez nos educa en unas altas expectativas y en tener menor capacidad para esperar cuando queremos conseguir algo. 

El choque entre esas expectativas y lo que creemos obtener de la vida puede suponer una colisión difícil de manejar, cosa que también podemos aplicar a las relaciones humanas y a lo que esperamos y obtenemos de ellas. 

Por mucho que nos esforcemos, hay una verdad incómoda de la vida, y es que por encima de nuestras metas, objetivos y expectativas, lo que realmente ocurre en realidad, es que mayormente vamos reaccionando a lo que va sucediendo, en mucha mayor medida que poder desarrollar un plan que se pueda ejecutar de una manera precisa sin ninguna sorpresa; esa realidad no pertenecería a las posibilidades de la esfera humana.

La vida se vive en presente y, aunque pensemos en el largo plazo, nada nos asegura que las cosas vayan a darse conforme a como son nuestras expectativas, a veces lo que nos sucede difiere mucho de aquello que pensábamos.

Cuando hacemos en cualquier momento de nuestra vida un balance, a menudo concluimos que nos hayamos en el lugar en el que estamos por una mezcla de decisiones, contingencias y situaciones sobrevenidas, ese es el juego de la vida y dentro de esa corriente y de ese río, hay que saber apreciar y distinguir entre aquellas cosas que efectivamente podemos dirigir y aquellas que no.

La vida es un antídoto contra la rigidez, contra lo ideal y contra lo planeado a priori; no solo es que el cambio es la constante, sino que también es importante hacer un espacio a las contradicciones: a las propias, a las de los otros y a las de la realidad.

En conexión con esta verdad también hay algo de paradójico o de no lineal en el sufrimiento en el sentido de que una experiencia dolorosa y dura sin paliativos, a veces permite acceder a aprendizajes y a sentimientos o niveles de la vida que de otra manera tal vez no hubiéramos podido descubrir. Ciertamente la primera lectura de algo que nos parece difícil o traumático en primera instancia, puede ir teniendo otras lecturas más largas y reposadas que muestren que de valioso nos han permitido ubicar aunque haya sido pasando por la puerta del sufrimiento de manera inicial.

A menudo el control y la rigidez es una manera de tratar de obtener algo de seguridad imaginaria en un mundo en el que la seguridad total no es posible, y por querer asegurar quedamos encerrados en  nosotros mismos y quedamos fuera de la posibilidad de vivir lo más hermoso de la vida, aquello que ocurre de manera espontánea.

Muchas de las dificultades de manejarse con la vida, incluso trastornos, tienen algo que ver con un no estar preparado, no poder soltar determinadas coordenadas muy fijas que sentimos que nos anclan a la realidad, o que nos dan seguridad, cuando en realidad más bien nos encierran en una ilusoria jaula donde apenas hay espacio para respirar o moverse ni circula el aire fresco. Peor es cuando quien se encierra en ese lugar, pretende tirar las llaves, quedando encerrado en un lugar que donde apenas se vive.

Asumir que tenemos mucho menor control de las cosas que aquel que anhelaríamos es un doloroso aprendizaje, ya que nuestra arquitectura mental y emocional nos hace indefectiblemente generar unas mayores expectativas de posibilidad de control que las efectivamente existen. Ir desgajándose de esa ilusión universal implica poder hacer los duelos necesarios para ir asumiendo esta situación, cosa que permite también liberarse del peso ilusorio de que todo dependa de nosotros para ser un elemento más en un mundo en el que no estamos solos. 

La vida no se puede vivir solo de manera mental sino que se vive en la realidad y en aquello que nos hacen sentir las circunstancias y las relaciones con otras personas.

Lo que obtenemos puede ser significativo e importante para nosotros, pero no puede ser pensado, predicho o ideado a priori, nadie sabe como llegará, ni como será el camino, ni sus curvas o rectas en el recorrido.