viernes, 27 de febrero de 2015

El sujeto, su deseo y la sociedad.

Me gustaría hablar en esta entrada acerca de algo que vengo desarrollando en las últimos tiempos fruto de mi formación, experiencia personal y profesional.

Pienso que la clave más importante de la responsabilidad que tenemos como personas, como sujetos, es poder acercarnos a nuestro propio interior y encontrar en este que es lo que nos anima y nos mueve como sujetos, como personas. En lenguaje psiconalítico: ser capaces de poder descubrir, reconocer, aceptar sostener y perseguir nuestro propio deseo, incluso aunque no sea aquello que se supone que se esperaría de nosotros o esperarían nuestras personas más allegadas. 

En mi opinión, la sociedad actual no promueve en las personas que puedan estar en contacto con lo más íntimo y auténtico de ellos mismos, con la singularidad que nos hace únicos, sino que más bien uniformiza, clasifica, agrupa a las personas, con diversos fines, alienando de esta manera las posibilidades del individuo que a menudo no puede emerger bajo la múltiples etiquetas que le vienen impuestas,

Por debajo de esto también se identifican de manera  muy clara movimientos tendentes a la explotación, sobretodo de carácter económico, y a una carrera desaforada por un consumo sin pensamiento ni medida, que incluye el consumo no solo de bienes y servicios sino también de ideales (juventud), formación (másteres habidos y por haber), control del propio cuerpo (cirugía estética)...

Me pregunto cual sería el curso y el devenir de las sociedades, si estas estuvieran formadas por individuos que si han podido realizar su propio encuentro que aquello que les define como personas, creo que el curso de los acontecimientos podría variar. Me pregunto también si aspectos como las enormes desigualdades, las guerras, la miseria, no serán en el fondo el acúmulo de todas aquellas partes y cuestiones de cada sujeto desconocidas que se acumulan y se expresan sin freno a través de estos fenómenos globales.

En suma creo que la clave de que algunas cosas puedan cambiar late en el corazón de cada uno de nosotros como sujetos individuales. El trabajo a realizar es un trabajo acompañado de alguien que haya hecho este mismo trayecto, en el que nos ponemos ante nuestro propio espejo trabajando sobre nuestras corazas, nudos, aprendizajes, interferencias, contradicciones...

Gracias.





viernes, 20 de febrero de 2015

La necesidad de la tristeza y los duelos.

Hoy quería hablar sobre algo que en mi experiencia, en mi formación y en la manera en la que observo la el mundo va teniendo cada vez una importancia mayor.

Es el papel que las experiencias dolorosas, y de tristeza, los duelos, tienen en nuestras vidas. Me da la impresión de que sobretodo en los últimos tiempos a menudo se hace difícil que las experiencias de tristeza y de duelo, que siempre están ahí por algo, se puedan vivir de manera completa. 

A menudo el intenso malestar que provocan hace que las cataloguemos como si de una enfermedad se trataran, cuando precisamente se trataría de no interrumpirlas, sino de facilitarlas para que lleguen a su natural conlusión, en la que habremos podido llegar a un nuevo equilibrio dentro de nosotros recolocando aquello que hemos perdido de una manera distinta y estando preparados para nuevas vinculaciones y experiencias.

El duelo es una experiencia del ser humano caracterizada por la reacción -de dolor- ante algo que se pierde, y aunque no hay dos seres humanos que pasen por el mismo proceso de duelo, suele haber emociones parecidas, algunas de ellas muy dolorosas para la persona.

"El proceso de duelo es una experiencia absolutamente personal, que cada uno hace de una manera distinta" me dijeron hace unos años y creo que con mucha razón.

Si bien el proceso de duelo suele estar socialmente más asociado a la pérdida de alguna persona por fallecimiento o al final de una relación sentimental, se puede pasar un proceso de duelo por la pérdida de cualquier cosa con la que la persona estuviera vinculada y que siente que ha perdido (un trabajo, un ideal, una característica propia, una fase de la vida...).

El duelo es un mecanismo humano para poder ir transitando por los múltiples y naturales avatares de la vida pudiendo cerrar etapas y vinculándose con las cosas nuevas que trae la vida.

El poder permitirse sentir las profundas emociones que implica el duelo (suele haber muchas tristeza, rabia, momentos de incomprensión y desconcierto), es lo que permite a la persona ir transitando y superando sus distintas fases y avanzando hacia el final de este natural proceso.

Quizá resulta algo paradójico, pero precisamente el poder pasar por todo este dolor es lo que nos garantiza mantenernos psicológicamente sanos y lo que nos protege de enfermar.

Todas las emociones y sentimientos están ahí por algo, y por eso es bueno poderlas vivir, aunque efectivamente a veces parece muy difícil.

A nivel terapeútico, se trata de poder ir acompañando este proceso, para que se pueda expresar de la manera adecuada, de acuerdo con la subjetividad de cada uno, pero no impedirlo o bloquearlo.

El duelo es algo que nadie puede resolver por nosotros, es un asunto íntimo y personal que tenemos con nosotros mismos y que marca nuestra responsabilidad como seres humanos a la hora de poder vivir con plenitud.

Muchas gracias y hasta la próxima.


sábado, 14 de febrero de 2015

El sentido (y el sinsentido) de los cambios.

En esta entrada me gustaría hablar acerca de los cambios, acerca de las las dificultades (iniciales) en poder decir adiós a las cosas conocidas y empezar a relacionarse y a vivir con las cosas nuevas que han aparecido o que van apareciendo.

Una de las reacciones habituales ante los cambios tiene que ver con el miedo; un miedo de cuales serán las cosas que nos traen dichos cambios, ante la incertidumbre de tenerse que manejar con cosas nuevas que desconocemos y ante el temor de perder la seguridad que aportaban las cosas que conocíamos y nos hacían sentir seguros.

En mi opinión, el ser humano tiene a explicarse su historia, su biografía y a si mismo de una manera muy ordenada y lógica y llena de sentido, pero al acercarnos y seguir esta historia de más de cerca muy habitualmente nos daremos cuenta de que tiene sus rupturas, quiebres, saltos... y que a pesar de su impacto doloroso, sobretodo en los primeros momentos, hemos ido retejiendo estos vuelcos en la trama de nuestra vida de la mejor manera que hemos podido.

Aunque mentalmente tratamos de explicarnos nuestra historia sin vacíos, sin huecos, es sencillo recordar que muchas de la cosas que ahora son centrales en la trama de nuestra vida: relaciones, trabajo... han llegado fruto de algo casual, para nada previsto o predeterminado a priori, que hemos integrado en nuestras después de un primer momento donde probablemente sí estaban estos miedos y dificultades (que suelen pasar tras los primeros momentos) mientras íbamos dando sentido y colocando lo nuevo dentro de nuestras coordenadas vitales.

Los momentos que parecen de ruptura, paso atrás o en falso... forman parte de la vida de todas las personas, a menudo, más adelante y ya con cierta perspectiva vital podemos comprender la necesidad de haber pasado por determinados momentos que parecían solo negativos, pero que han permitido que emergieran o aparecieran aspectos que se han podido revelar como importantes y significativos para nuestras vidas.

En este sentido mi idea es que la vida no forma parte de un todo tan ordenado y lógico, aunque pensemos que sí, para podernos mover en ella. Estas rupturas o momentos difíciles, con todo su dolor y dificultad, nos ponen a expensas de que la vida no es tan predecible o controlable como nos pensamos, pero más allá de eso, a menudo expresan y permiten la posibilidad de que lleguen a nuestra vida elementos que más adelante serán determinantes y significativos para nuestra evolución como personas.

Será necesario poder relacionarse con una cuota de cambio y de sinsentido en nuestras vidas, cosa que a menudo no es fácil.

Saludos y hasta la próxima.

viernes, 6 de febrero de 2015

Lee tu vida (hacer con el sufrimiento)

Me gustaria en esta ocasión hablar de los momentos o fases de la vida de muchas personas en los que se sienten mal,  muy mal. De aquellos momentos en los que la angustia encoge el alma y la desesperación lleva a pensar que las cosas no tienen sentido. Muchas personas pasan por procesos de este tipo en uno u otro momento de su vida.

En mi opinión, estos momentos son indicativos de que algo en la vida no anda, y puede ser reciente o puede que no andase desde mucho tiempo atrás. Cuando el malestar invade a la persona, una de las tendencias actuales es el tratar de aliviar estos síntomas tan dolorosos, y a menudo muy aparatosos, con los variados medios disponibles: la persona sufriente desea que desapaerzcan y que lo hagan de la manera más rápida posible.

Existen diferentes opciones para hacer con el sufrimiento psíquico de la persona. Desde mis coordenadas, la manera que estimo de ayudar  a hacer algo mejor con eso que hace sufrir tiene que ver con poder abrir, aflorar, pensar, expresar de otro modo... todo aquello que sea necesario de cara a poder remontarse y replantear de otra manera algunas cuestiones que suelen ser vitales para que la persona pueda recuperar mayores cotas de libertad. Este planteamiento situa al sujeto y su subjetividad en el primerísimo plano, y trata acerca de como la persona puede ir logrando arreglos únicos y personales con los grandes temas que hacen sufrir.

Un enfoque tan subjetivizante comprende que detrás de los síntomas de cada persona se esconden historias de padecimiento particulares e intransferibles, pero también, no es menos cierto, que temas como la sexualidad, la muerte, la familia, las relaciones en su sentido más profundoson temas difíciles de elaborar para la mayoría de las personas.

En este sentido contemplo los síntomas y el sufrimiento como un tipo de lenguaje y comunicación que la persona consultante debe de poder ir pudiendo desenrollar, historizar y hacer suyo de cara a poder decir realmente que ha hecho un trabajo de análsis con aquello que le estaba aconteciendo y ha podido darle otra lectura distinta.

Este tipo de trabajo es el más opuesto a tratar de normalizar, moldear, dar pautas, corregir pensamientos erróneos o realizar cualquier otro manejo de los síntomas que no tenga en cuenta la subjetividad y el deseo de la persona. La solución siempre será personal y subjetiva, en el sentido de un arreglo propio y válido para ese sujeto.

El papel de la persona sufriente es el más importante en el proceso, dado que no habrá cura sin que esta persona pueda desarrollar un verdadero deseo de que esta se produzca, lo que requiere su implicación personal, y también que pueda ser capaza de revisar áreas y aspectos de su vida con las que no la parece fácil poder conectarse. No existe una cura sin el deseo y el trabajo que realiza la persona que consulta. Otra cosa es que a menudo la persona llega a consulta en unas condiciones muy difíciles y dolorosas y paso a paso, a su ritmo, se va desplegando todo el proceso anteriormente descrito.

A través de un proceso como este, siempre distinto para cada persona, van apareciendo nuevos elementos, a menudo imprevistos, a veces sorprendentes, que van permitiendo colocar las cosas de otra manera y poder hacer algo distinto con lo que hace sufrir, con la propia historia.

Todo este camino compone una verdadera evolución personal en la que la persona a través de su trabajo analítico va evolucionando cosas, aunque evidentemente ello no se produce sin dolores o tensiones, marca una diferencia al poder responsabilizarse de aspectos y cuestiones claves en la felicidad o el sufrimiento propio y poder tomar un papel protagonista.

Este enfoque sitúa como elemento central a la persona, a su esencia e historia, e incluso a sus contradicciones, para tratar de hacer un trabajo de desanudar aquello que quizá se ha estado anudando durante mucho tiempo. En este enfoque el tiempo necesario es el de cada persona, indefinible a priori, y es lo que posibilitará distinta lectura de uno mismo.