Me gustaria en esta ocasión hablar de los momentos o fases de la vida de muchas personas en los que se sienten mal, muy mal. De aquellos momentos en los que la angustia encoge el alma y la desesperación lleva a pensar que las cosas no tienen sentido. Muchas personas pasan por procesos de este tipo en uno u otro momento de su vida.
En mi opinión, estos momentos son indicativos de que algo en la vida no anda, y puede ser reciente o puede que no andase desde mucho tiempo atrás. Cuando el malestar invade a la persona, una de las tendencias actuales es el tratar de aliviar estos síntomas tan dolorosos, y a menudo muy aparatosos, con los variados medios disponibles: la persona sufriente desea que desapaerzcan y que lo hagan de la manera más rápida posible.
Existen diferentes opciones para hacer con el sufrimiento psíquico de la persona. Desde mis coordenadas, la manera que estimo de ayudar a hacer algo mejor con eso que hace sufrir tiene que ver con poder abrir, aflorar, pensar, expresar de otro modo... todo aquello que sea necesario de cara a poder remontarse y replantear de otra manera algunas cuestiones que suelen ser vitales para que la persona pueda recuperar mayores cotas de libertad. Este planteamiento situa al sujeto y su subjetividad en el primerísimo plano, y trata acerca de como la persona puede ir logrando arreglos únicos y personales con los grandes temas que hacen sufrir.
Un enfoque tan subjetivizante comprende que detrás de los síntomas de cada persona se esconden historias de padecimiento particulares e intransferibles, pero también, no es menos cierto, que temas como la sexualidad, la muerte, la familia, las relaciones en su sentido más profundo, son temas difíciles de elaborar para la mayoría de las personas.
En este sentido contemplo los síntomas y el sufrimiento como un tipo de lenguaje y comunicación que la persona consultante debe de poder ir pudiendo desenrollar, historizar y hacer suyo de cara a poder decir realmente que ha hecho un trabajo de análsis con aquello que le estaba aconteciendo y ha podido darle otra lectura distinta.
Este tipo de trabajo es el más opuesto a tratar de normalizar, moldear, dar pautas, corregir pensamientos erróneos o realizar cualquier otro manejo de los síntomas que no tenga en cuenta la subjetividad y el deseo de la persona. La solución siempre será personal y subjetiva, en el sentido de un arreglo propio y válido para ese sujeto.
El papel de la persona sufriente es el más importante en el proceso, dado que no habrá cura sin que esta persona pueda desarrollar un verdadero deseo de que esta se produzca, lo que requiere su implicación personal, y también que pueda ser capaza de revisar áreas y aspectos de su vida con las que no la parece fácil poder conectarse. No existe una cura sin el deseo y el trabajo que realiza la persona que consulta. Otra cosa es que a menudo la persona llega a consulta en unas condiciones muy difíciles y dolorosas y paso a paso, a su ritmo, se va desplegando todo el proceso anteriormente descrito.
A través de un proceso como este, siempre distinto para cada persona, van apareciendo nuevos elementos, a menudo imprevistos, a veces sorprendentes, que van permitiendo colocar las cosas de otra manera y poder hacer algo distinto con lo que hace sufrir, con la propia historia.
Todo este camino compone una verdadera evolución personal en la que la persona a través de su trabajo analítico va evolucionando cosas, aunque evidentemente ello no se produce sin dolores o tensiones, marca una diferencia al poder responsabilizarse de aspectos y cuestiones claves en la felicidad o el sufrimiento propio y poder tomar un papel protagonista.
Este enfoque sitúa como elemento central a la persona, a su esencia e historia, e incluso a sus contradicciones, para tratar de hacer un trabajo de desanudar aquello que quizá se ha estado anudando durante mucho tiempo. En este enfoque el tiempo necesario es el de cada persona, indefinible a priori, y es lo que posibilitará distinta lectura de uno mismo.
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