domingo, 25 de abril de 2021

Mañana seremos nosotros.

Los afectados por la enfermedad, al decrepitud y la muerte mañana seremos nosotros.

Puede que durante esta pandemia hayamos tenido la fortuna de no sufrir pérdidas definitivas de personas en nuestra familia, o tampoco de haber sufrido en primera persona los graves efectos económicos y sociales que está ocasionando en millones de familias.

Si algo ha puesto de manifiesto toda esta situación es la de lo impredecible de la vida y sus circunstancias por mucho que nos empeñemos en nuestra (tecno-protésica) ilusión de control.

Muchas personas que solo hace un poco de tiempo estaban en una situación envidiable, han sido golpeadas de manera brutal y trágica por los diferentes tentáculos del pulpo pandémico cuando hace un año no lo habrían imaginado siquiera.

Es por ello que me parece importante traer a nuestra realidad aquello que más nos empeñamos en relegar y olvidar: no podemos eliminar lo imprevisto ni controlar nuestras vidas. Me parece esencial traer a colación la presencia inevitable de la enfermedad, más o menos prevista o no, y la muerte como un hecho con el que podemos relacionarnos en cualquier momento de nuestra vida, que generará preguntas trascendentes sobre el como vivir, como relacionarnos... que pueden hacer una vida más ética, más justa, más profunda, y paradójicamente, más viva.

Creo que cambiar la óptica acerca de la muerte es un elemento muy importante a nivel social. La importancia de educar en ella a niños y jóvenes pueden cambiar la manera como vivimos, a que le damos importancia, que es para nosotros transcendental, como valoramos el tiempo, que hacemos con él, e incluso como concebimos y alojamos el proceso y la realidad de la muerte misma.

La capacidad para el duelo, como mecanismo omnipresente en nuestras vidas para pérdidas de cualquier tipo, es una de las herramientas básicas para poder vivir vinculándose a las nuevas cosas importantes que nos trae la vida mientras otras desaparecen inexorablemente, es por ello que me parece fundamental que sea un tema importante en el discurso, y no solo una variable interna personal que solo emerge cuando o es tocada por circunstancias adversas.

Amigarnos de la muerte en vida nos permite vivirla de una manera más trascendente y profunda, teniendo algo a que atenernos para decisiones determinantes y para decidir que trato damos a las personas.

En el momento en que nos toque ya podemos tener trabajado nuestro testamento sentimental, y puestas nuestras cuentas en orden con nuestro destino y con la gente que nos rodea.

Sea previsible o repentina, que nos pille con los deberes hechos respecto de la manera como hemos vivido.


sábado, 20 de marzo de 2021

Animales de rutinas

La rutina, buena o mala, nos fija a nuestra realidad y a menudo nos impide ver oportunidades de crecimiento e incluso valorar cosas que deben cambiar.
Precisamente es la rutina la que nos da cierta idea ilusoria de control sobre nuestra vida. Ilusoria en el sentido de que es imposible que el ser humano pueda predecir con lo que se va a encontrar, lo que va a suceder, respecto a los aspectos fundamentales de la vida, como pueden ser las relaciones, la salud o la enfermedad...
Si bien es cierto que siempre tenemos un margen, en mi opinión, para crear y, especialmente, pare decidir como reaccionamos ante lo que la vida no va deparando. 
Los acontecimientos más grandes de nuestras vidas (esa persona que conocimos y se convirtió en fundamental, ese cambio laboral que reorganizó toda nuestra trayectoria, ese enfermedad nuestra o familiar que determina en cierta manera nuestro día a día) son azarosos y no los podemos planificar. La única certeza que tenemos, es una, que la vida es finita, aunque eso es algo de lo que no nos ocupamos hasta que no tenemos más remedio.
A veces, hechos tan traumáticos como la pandemia que estamos viviendo, mueven todas nuestra realidad y todas las piezas en el tablero de nuestra vida. Por suerte el ser humano, con el tiempo tiene una importante capacidad plástica para adaptarse y sacar conclusiones de cambios, aunque a priori parezcan especialmente negativos.
Las emociones no suelen acompañar de manera armónica los cambios bruscos, no estamos especialmente equipados para asumirlos en primer momento, pero nuestros sentimientos, de manera más sostenida, nos permiten, con el paso del tiempo, ir dando paso a nuevos equilibrios, que sorprendentemente nos revelan aspectos de crecimiento posibles que antes estaban ocultos. Esa es la capacidad del ser humano para  elaborar duelos, la que nos permite desligarnos de cosas con las que tenemos una implicación importante cuando estas desaparecen para ir vinculándonos con lo nuevo que está por aparecer.
Esa capacidad, simplificando, de decir adiós y poder decir hola, de nuevo, es una de las constantes de la experiencia humana.
Adoramos nuestra rutina, nuestro día a día, dado que nos protege de la angustia de los cambios traumáticos, pero esta rutina no tiene más valor que cualquier otra que podemos construir si tenemos otras cartas distintas de la baraja. En este sentido, es importante que la rutina no obture, a modo de tapón, la capacidad de reflexionar de manera profunda, para permitirnos ver nuevos horizontes hacia los que debemos dirigirnos. El poder hacer cambios que, normalmente, son inciertos y pueden generar angustia, angustia a veces directamente relacionada con la necesidad y la importancia de abordar dichos cambios para seguir creciendo.

Que la rutina y la costumbre nos permita una vida estable y abordable, pero que no narcotice nuestra necesidad de seguir creciendo y de pelear nuestras metas como seres humanos, diferentes para cada uno, pero en mi opinión, la tarea más importante para cada uno de nosotros. 

domingo, 7 de febrero de 2021

Los cuñados (los que no saben lo que ignoran)

El conocimiento, a mi manera de entender, tiene casi implícito el efecto de que a medida que aumenta, va cartografiando enormes áreas de lo que todavía no se sabe y eso marca hacia donde hay que dirigirse. El conocimiento es humilde ante la vastedad de lo desconocido, o lo que no tiene explicación.

Casi a diario podemos encontrar personas que dan explicaciones de lo más variopintas, muy superficiales, simplonas... de fenómenos que son a menudo problemáticas abiertas, en las que un número importante de gente, o toda la sociedad como entidad global, llevan tiempo atascadas.

De manera muy general se trata de personas que tienen poca relación real con el problema que se trata y dan una opinión "a nivel de usuario".

Todo el mundo puede opinar, pero me pregunto si todo el mundo lo hace sabiendo que su opinión es una entre muchas. Hay personas para las que tener la razón es una cuestión más de autoestima que de discernimiento. Veo personas que no tienen la capacidad de detectar aquello que ignoran, que creen que saben, cosa que me parece muy dramática: se trataría como conducir un coche totalmente a oscuras, pensando además que la iluminación es excelente y no hay ningún peligro, y que si además se cierran los ojos al volante, se conduce mejor.

Son concepciones y argumentos cargados generalmente de juicios de valor, muy simplistas y poco elaborados los que aducen aquellos que adolecen de saber que es lo que ignoran. Generalmente tienen una explicación para todo, aunque no tenga ni un atisbo de certeza. En los últimos tiempos se les ha caricaturizado con la denominación "cuñados". Es enorme su dificultad o ya incapacidad, de asumir algo a lo que todos nos enfrentamos: que no sabemos muchas cosas...

El conocimiento es más humilde, no necesita tener la razón, pero no se engaña: sabe aquello que conoce y  especialmente aquello que no sabe, que usa a modo de brújula. El conocimiento no necesita llevar la razón.

En los últimos tiempos, nuestra realidad se va viendo desafiada de manera visible por el fenómeno de la pandemia, que pone en cuestión a nivel global cosas que entonces dábamos por seguras En esta crisis que estamos viviendo no sabemos muchas cosas, nos vamos moviendo con aciertos y errores como mejor podemos hacer en un entorno muy incierto y angustiante. Tal vez las vayamos sabiendo con el tiempo.

Hay quien casi desde el mes de marzo, o incluso antes, pretendía tener las respuestas a toda esta situación que nos aqueja, dando las variopintas razones y teorías absolutamente explicativas y conspiranoicas para este complejísimo y angustiante agujero al que nos estamos enfrentando: cuando no se sabe lo que se desconoce, se puede afirmar cualquier cosa. 

Para soportar el no saber como algo inherente a la vida se exige cierta profundización en el conocimiento de uno mismo.

Mientras tanto haríamos bien en ponderar el momento histórico que vivimos e ir dando cuenta de como nuestra vida se ha modificado hasta aquí, y de como puede ir cambiando en adelante.

domingo, 10 de enero de 2021

Hablemos de sexo

El sexo como muestra de las posibilidades del ser humano ha ido cambiando con el discurrir de los tiempos. En este sentido todo alrededor de la experiencia sexual ha cambiado: su concepción inicial cada vez más desligada de manera exclusiva de los valores de la procreación, los diferentes valores que hay alrededor, los significados que se otorgan a dicha experiencia, o la pluralización de posibilidades que amplían mucho más de aquello que se considera posible y válido dentro del campo de la esfera sexual.


No obstante en su núcleo sigue siendo una experiencia íntima, la más personal e individual, ante la que todos nos sentimos desnudos, valga la redundancia, y que expresa entre otras muchas cosas, nuestra vulnerabilidad y nuestros miedos.


Es cierto que la vivencia y la expresión de la sexualidad no hace muchos años estaba mucho más marcada, pautada y constreñida dentro de aquello que se consideraba aceptable o válido en este campo, mientras que actualmente existe una mayor libertad y una apelación a la responsabilidad individual, que cada uno puede aprovechar o no, para vivir de manera más autónoma está dimensión tan importante de la persona.


El sexo es para vivir y para relacionarse con la vida y con las personas, no para mantenerlo en una vitrina cerrada a cal y canto y observarlo de manera temerosa. Con nuestra sexualidad podemos hacer muchas cosas buenas o malas para nuestro desarrollo, esto queda hoy en día más bajo el criterio y la responsabilidad de cada cual: como comenté hemos pasado a un modelo de una sexualidad más controlada e impregnada por unos valores más férreos a una visión más plural y libre que nos debe hacer responsabilizarnos mucho más de manera individual de la salida que damos a esta esfera de nuestra vida.


Al final se trata de un acuerdo entre personas para compartir un encuentro, dentro de una relación de pareja o no, dentro de las maneras y los convencionalismos acostumbrados o descubriendo una manera de satisfacerse más singular.


Pocas experiencias tan intensas y potencialmente agradables como la de estar prendido por un deseo que eriza todos los poros de nuestro cuerpo.


Para el sexo y la satisfacción sexual no hay fórmulas ni a prioris, cada uno debe emprender el camino de descubrir, conquistar, lanzarse... a su propia sexualidad. El sexo no es un fin, -amén del propio de la procreación elegida como proyecto de vida- es una necesidad tanto como una herramienta que el ser humano tiene para relacionarse con los otros, para expresar sus afectos y para dar cuenta de lo que lleva dentro; así como también, según el momento en el que esté cada uno, para ser un elemento de relaciones importantes y/o formar parte de una convivencia o de una relación de pareja que implique un proyecto familiar.


Es por ello que es interesante que esa dimensión pueda ser saludable y que los términos de la vivencia sexual entre las personas implicadas se rijan por la comunicación de las necesidades y preferencias de los participantes en cada encuentro más que de normas o estándares morales universales, religiosos...


Lo único común y universal en el sexo es el respeto por quien sea el compañero/a/os/as sexual/es y que el encuentro nazca de la libre voluntad de tenerlo sin más interés que el propio deseo sexual.


Cuanto más se pueda poner el sexo en palabras más se teñirá, como experiencia global, de otras dimensiones de uno mismo para dejar de ser algo extraño o atemorizante. Es por ello que me parece fundamental hablar de y sobre el sexo.


Cuando esa experiencia, según las posibilidades de cada cual, sigue estando constreñida y teñida por los miedos y las limitaciones, podemos estar hablando de una limitación personal, tal como puede serlo una limitación en la esfera social, emocional… Aun así, hay que ser cuidadoso y respetuoso, dado que cada cual vive la sexualidad que mejor se ajusta a las posibilidades y maneras de ser propias. No podemos decir que haya una manera mejor que otra: la mejor es la que le va bien a cada uno y le sirve para vivir, relacionarse y encontrar satisfacción.


En conclusión, el sexo es para vivir(lo).


domingo, 3 de enero de 2021

¿Sufres por lo incontrolable?

En aquello que hacemos subyacen nuestras expectativas y se proyectan nuestros anhelos de manera inevitable, aunque habitualmente ni siquiera seamos conscientes de ello.  Además la sociedad actual nos vende de manera creciente un poderlo todo y poderlo sin demora, cosa que tal vez nos educa en unas altas expectativas y en tener menor capacidad para esperar cuando queremos conseguir algo. 

El choque entre esas expectativas y lo que creemos obtener de la vida puede suponer una colisión difícil de manejar, cosa que también podemos aplicar a las relaciones humanas y a lo que esperamos y obtenemos de ellas. 

Por mucho que nos esforcemos, hay una verdad incómoda de la vida, y es que por encima de nuestras metas, objetivos y expectativas, lo que realmente ocurre en realidad, es que mayormente vamos reaccionando a lo que va sucediendo, en mucha mayor medida que poder desarrollar un plan que se pueda ejecutar de una manera precisa sin ninguna sorpresa; esa realidad no pertenecería a las posibilidades de la esfera humana.

La vida se vive en presente y, aunque pensemos en el largo plazo, nada nos asegura que las cosas vayan a darse conforme a como son nuestras expectativas, a veces lo que nos sucede difiere mucho de aquello que pensábamos.

Cuando hacemos en cualquier momento de nuestra vida un balance, a menudo concluimos que nos hayamos en el lugar en el que estamos por una mezcla de decisiones, contingencias y situaciones sobrevenidas, ese es el juego de la vida y dentro de esa corriente y de ese río, hay que saber apreciar y distinguir entre aquellas cosas que efectivamente podemos dirigir y aquellas que no.

La vida es un antídoto contra la rigidez, contra lo ideal y contra lo planeado a priori; no solo es que el cambio es la constante, sino que también es importante hacer un espacio a las contradicciones: a las propias, a las de los otros y a las de la realidad.

En conexión con esta verdad también hay algo de paradójico o de no lineal en el sufrimiento en el sentido de que una experiencia dolorosa y dura sin paliativos, a veces permite acceder a aprendizajes y a sentimientos o niveles de la vida que de otra manera tal vez no hubiéramos podido descubrir. Ciertamente la primera lectura de algo que nos parece difícil o traumático en primera instancia, puede ir teniendo otras lecturas más largas y reposadas que muestren que de valioso nos han permitido ubicar aunque haya sido pasando por la puerta del sufrimiento de manera inicial.

A menudo el control y la rigidez es una manera de tratar de obtener algo de seguridad imaginaria en un mundo en el que la seguridad total no es posible, y por querer asegurar quedamos encerrados en  nosotros mismos y quedamos fuera de la posibilidad de vivir lo más hermoso de la vida, aquello que ocurre de manera espontánea.

Muchas de las dificultades de manejarse con la vida, incluso trastornos, tienen algo que ver con un no estar preparado, no poder soltar determinadas coordenadas muy fijas que sentimos que nos anclan a la realidad, o que nos dan seguridad, cuando en realidad más bien nos encierran en una ilusoria jaula donde apenas hay espacio para respirar o moverse ni circula el aire fresco. Peor es cuando quien se encierra en ese lugar, pretende tirar las llaves, quedando encerrado en un lugar que donde apenas se vive.

Asumir que tenemos mucho menor control de las cosas que aquel que anhelaríamos es un doloroso aprendizaje, ya que nuestra arquitectura mental y emocional nos hace indefectiblemente generar unas mayores expectativas de posibilidad de control que las efectivamente existen. Ir desgajándose de esa ilusión universal implica poder hacer los duelos necesarios para ir asumiendo esta situación, cosa que permite también liberarse del peso ilusorio de que todo dependa de nosotros para ser un elemento más en un mundo en el que no estamos solos. 

La vida no se puede vivir solo de manera mental sino que se vive en la realidad y en aquello que nos hacen sentir las circunstancias y las relaciones con otras personas.

Lo que obtenemos puede ser significativo e importante para nosotros, pero no puede ser pensado, predicho o ideado a priori, nadie sabe como llegará, ni como será el camino, ni sus curvas o rectas en el recorrido.