domingo, 13 de octubre de 2019

NO negarse a las crisis


Cualquiera puede atravesar una o varias crisis psicológicas personales y evolutivas, según la transición vital que esté experimentado o según los avatares y accidentes a los que le someta la existencia.
Las crisis psicológicas, y más tanto en cuanto cuestionan aspectos muy centrales de lo que creemos, o de los que creemos que somos, pueden llegar a ser extremadamente dolorosas para quien las sufre, y ser acompañadas por un cortejo de síntomas como la angustia, la tristeza y el llanto; la parálisis a la hora de tomar decisiones, el embotamiento afectivo o la negación y la recurrencia a lo que antes funcionaba como manera compulsiva de negar todo lo que está aconteciendo…
La crisis es un campo abierto, que necesita de un trabajo personal para ir abriéndose a dimensiones y cambios que dan miedo a quien la sufre, y a tener que afrontar situaciones en las quien la sufre no esperaba -ni quería- verse envuelta, pero que ahora piden una implicación de la persona que se encuentra, a menudo muy a regañadientes, en nuevas situaciones.
¿Qué tienen de especialmente doloroso las crisis para muchas personas?
En mi opinión la pérdida o el cuestionamiento de cual es nuestro lugar en el mundo, así como de quienes somos nosotros, que es lo que queremos… Es decir, cuando algo importante, o todo se mueve fuera, lo sentimos a menudo como un tsunami dentro de nosotros, que desestabiliza nuestras rutinas, certidumbres, mecanismos de compensación, y aquellas cosas que dábamos por seguras en nuestra cotidianidad e incluso en nuestra identidad.
Existe una manera muy habitual, y muy tranquilizadora por parte del ser humano, de tratar de negar el advenimiento de aquello que sentimos que nos atemoriza, y quedarnos aferrados (y muy tranquilitos) a las viejas pautas y modelos, hasta que, de alguna manera u otra, a base de no oírnos, conseguimos acallar lo que nos asustaría pegados a la tranquilizadora inmovilidad.
Esto no es sin pagar un precio, en el sentido de que implica cerrarnos puertas evolutivas muy importantes, asumir retos, ser más independientes, valientes y asertivos. Implica de alguna manera quedarse en la infancia, elegir no crecer y no desarrollarnos, sin querer escuchar el mandato más importante que considero para el ser humano: Vivir, afrontar, y dar cuenta de la manera más digna posible de todo lo que nos vaya aconteciendo.
Es por eso por lo que un inicio para afrontar una situación de crisis personal -algunas sobrevienen por cambios externos y nos las “encontramos” encima-, es empezar a hablar de ello y poner en palabras todos los sentimientos, emociones e ideas; así como los miedos y las angustias que vamos encontrando por el camino, con aquellas personas que nos apoyen. La crisis necesita su tiempo, tiempo que uno debe de poder concederse, así como espacio íntimo y afectivo para ir expresando todo aquello que se siente (tristeza, miedo, dolor, incertidumbre…)
De las crisis se sale de nuevo a la vida, como si se tratase de salir de un tiempo de recogimiento y elaboración interna, a menudo con aprendizajes muy importantes, y probablemente con una identidad más fortalecida, con nuevos matices y con las prioridades más claras. Se produce como un nuevo saber más claro sobre uno mismo y sobre la vida.
Si es necesario, por supuesto, buscando una adecuada ayuda y acompañamiento profesional.