A menudo no es fácil transitar aquellos cambios y transiciones, a veces acusadas, que la vida marca en nuestro destino.
Nuestro lugar en la vida y en el mundo tiene que ver, en buena medida, con elementos que se han ubicado ahí desde muy temprano en nuestra infancia, marcando a veces posiciones y espacios muy fijos, difíciles de abrir y/o modificar.
Por ello a veces hay determinados cambios que nos causan muchas angustia y que incluso nos vemos imposibilitados de afrontar.
Es el hecho de como fueron nuestras primeras relaciones, especialmente nuestra primera y más especial relación (con nuestra madre o cuidador principal), y como durante los primeros años se estructuró nuestra posición entre nuestros padres, lo que marca de manera más esencial y determinante el recorrido que vamos a hacer por la vida, y efectivamente, cual será nuestro lugar en el mundo y muchas de nuestras posibilidades: hasta ese punto son importantes y constitutivos estos primeros años para nuestro psiquismo y nuestro devenir.
Si se ha dado un tipo de relación o un tipo de interacción que nos ha fijado a lugares muy estancos, muy cerrados (ser siempre el niño/a de mamá sin que nada apenas pudiera interferir eso...) va a ser difícil que salgamos de esas coordenados -si no hacemos un trabajo específico para conseguirlo- en las que por necesidades, probablemente más ajenas que propias, fuimos ubicados, en la época de nuestra dependencia infantil, en un lugar en el que no era fácil moverse y en el que se corre el riesgo de quedar más o menos anclado con dificultades de movimiento futuro.
Ahí puede estar uno de los orígenes de la abrupta angustia y del miedo a los cambios que muchas personas sufren ante cambios como una relación nueva, un cambio profesional o familiar, la maternidad-paternidad... o incluso el lograr un éxito deseado. Esta angustia aparece ante cambios que de alguna manera alteren esas coordenadas de ese equilibrio precario, en las que desde siempre estamos instalados, y que a pesar de limitarnos tanto, nos cuesta mucho salir.
Como todo fenómeno ligado al padecimiento humano, poder hablar de ello, ponerlo en palabras y cuestionarnos nuestras propias verdades y certidumbres -si es necesario pidiendo ayuda profesional-, es aquello que nos puede llevar a descubrir y explorar otros territorios que ignoramos, y nos puede dar el acceso a modificar aspectos clave de nuestra existencia, que desde un lugar desconocido están causando muchos efectos y un profundo malestar.
Nuestro lugar en la vida y en el mundo tiene que ver, en buena medida, con elementos que se han ubicado ahí desde muy temprano en nuestra infancia, marcando a veces posiciones y espacios muy fijos, difíciles de abrir y/o modificar.
Por ello a veces hay determinados cambios que nos causan muchas angustia y que incluso nos vemos imposibilitados de afrontar.
Es el hecho de como fueron nuestras primeras relaciones, especialmente nuestra primera y más especial relación (con nuestra madre o cuidador principal), y como durante los primeros años se estructuró nuestra posición entre nuestros padres, lo que marca de manera más esencial y determinante el recorrido que vamos a hacer por la vida, y efectivamente, cual será nuestro lugar en el mundo y muchas de nuestras posibilidades: hasta ese punto son importantes y constitutivos estos primeros años para nuestro psiquismo y nuestro devenir.
Si se ha dado un tipo de relación o un tipo de interacción que nos ha fijado a lugares muy estancos, muy cerrados (ser siempre el niño/a de mamá sin que nada apenas pudiera interferir eso...) va a ser difícil que salgamos de esas coordenados -si no hacemos un trabajo específico para conseguirlo- en las que por necesidades, probablemente más ajenas que propias, fuimos ubicados, en la época de nuestra dependencia infantil, en un lugar en el que no era fácil moverse y en el que se corre el riesgo de quedar más o menos anclado con dificultades de movimiento futuro.
Ahí puede estar uno de los orígenes de la abrupta angustia y del miedo a los cambios que muchas personas sufren ante cambios como una relación nueva, un cambio profesional o familiar, la maternidad-paternidad... o incluso el lograr un éxito deseado. Esta angustia aparece ante cambios que de alguna manera alteren esas coordenadas de ese equilibrio precario, en las que desde siempre estamos instalados, y que a pesar de limitarnos tanto, nos cuesta mucho salir.
Como todo fenómeno ligado al padecimiento humano, poder hablar de ello, ponerlo en palabras y cuestionarnos nuestras propias verdades y certidumbres -si es necesario pidiendo ayuda profesional-, es aquello que nos puede llevar a descubrir y explorar otros territorios que ignoramos, y nos puede dar el acceso a modificar aspectos clave de nuestra existencia, que desde un lugar desconocido están causando muchos efectos y un profundo malestar.