viernes, 19 de septiembre de 2014

El ritmo social dificulta pensar.

Asumo que en la vida de todas las personas son habituales momentos de desconcierto, malestar, incluso a veces de angustia, que nos acompañan a todos en determinados momento de cambio o transición. 

Creo que en los últimos años, el deslumbrante escenario en el que se está convirtiendo la realidad, con su hipervelocidad, connectividad, globalidad, hace que cada vez muchas personas tengan una menor capacidad de espera, y alentadas por un sistema donde el consumo es uno de sus principales vectores, las personas se vean impulsadas a consumir, tanto bienes y servicios como conceptos, ideales... Entre ellos el de que todo es inmediato, absoluto, y que no debe requerir esfuerzo, incomodidad o sufrimiento alguno. Y si es así, ese esfuerzo, incomodidad o sufrimiento, no debe ser pensado, sino suprimido, ya que no se acepta como parte del sistema.

Me parece que todo ello conforma una mentalidad que se está extendiendo entre las sociedades occidentales actuales, dado que muchos de los referentes que había en los últimos tiempos: familia, religión, política... se están borrando o cambiando a marchas forzadas, y lo que aparece en su lugar, en algunos momentos, no parecen ser referencias que mejoren lo precedente, sino que lo que encontramos es el despiadado dictado del mercado y de un consumismo que se alimenta a si mismo.

Con ello quiero decir que anteriormente existían otro tipo de problemáticas quizás más relacionadas con la dificultad de adquirir una identidad propia y diferenciada, dado que los referentes eran muy sólidos, a veces demasiado,  y era difícil salirse de ellos; parece que ahora las dificultades van en sentido contrario; a menudo es difícil forjarse una identidad sólida en un mundo donde todo es centelleante, deslumbrante e inmediato y donde no hay tiempo para el pensamiento, la pausa y la espera: todo tiene que ser ya.

En lo que afecta a mi ocupación, esto se está manifestando en una necesidad de eliminar, recortar, escindir, todos aquellos aspectos de la vida que son incómodos, provocan ansiedad, malestar... Como si de un plumazo pudiera simplemente suprimirse todo eso.

Por suerte existen vertientes de la psicología y profesionales, que para atender y poder resolver el sufrimiento psíquico todavía consideran que es imprescindible una implicación del sujeto que padece en aras de poder investigar con la mayor profundidad posible los complejos nudos de sentimientos, emociones, vivencias que forman la compleja trama de un ser humano, para desenmarañarla de la mejor manera posible. Cada sujeto es inviolablemente un sujeto individual, con su propia historia, y por lo tanto debe ser atendido desde esa exclusiva individualidad.

Esto no va muy a favor del signo de los tiempos dado que exige tiempo, implicación y un cierto sufrimiento de la persona inmersa en un proceso así; pero sin duda los resultados son distintos de otros procedimientos que aseguran resolver el sufrimiento de manera muy ràpida (sean químicos o no). Mi pregunta sería ¿Realmente resuelven el sufrimiento estos procedimientos o lo  enmarscaran o esconden en otro lugar?

Saludos a todos y hasta la próxima entrada!

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