viernes, 19 de diciembre de 2014

La dificilísima tarea de ser uno mismo

Desde hace unos meses, vengo pensando en lo complejísimo que resulta poder ser uno mismo. Me iré explicando a lo largo de este breve artículo con la intención de que al final el lector pueda comprender a que me refiero con ser uno mismo, y porque lo considero tan difícil.

Para empezar por los factores internos que no nos permiten ser nosotros mismos, diría que estamos muy sometidos a determinados conflictos y barreras psicológicas que hacen que actuemos de determinada manera, y que a menudo tropezamos con los mismos obstáculos; en este sentido, Freud fue quien sospechó y advirtió que más allá de nuestra percepción consciente, hay fuerzas, energías y motivaciones que nos determinan.

Por otra parte, el mecanismo de la idealización, hace que los sujetos tomen un partido muy íntimo y apasionado por diferentes causas y motivaciones sociales, políticas... a veces como si la vida les fuera en ello. A menudo esto tiene que ver con la necesidad de identificarse con una determinada ideología, que en buena medida suple aspectos que el sujeto no tiene resueltos consigo mismo. Solo así se explican determinados fanatismos y posicionamientos políticos que impiden un mejor entendimiento entre personas y grupos humanos. Por supuesto, no me estoy refiriendo a la participación política y social en causas diversas cuando ello pueda ser necesario.

Otro importante factor que dificulta que el ser humano pueda ser uno mismo en su desarrollo y pensamiento, tiene que ver con unas estructuras económicas y sociales muy orientadas hacia el consumo y la uniformización, cada vez de manera más pasiva, excluyendo el pensamiento. El sistema fomenta una corriente seguidista en los individuos basada en el consumo y en la idea de que es mejor no pensar de manera crítica y propia de una manera que pueda poner en cuestión el porqué de las cosas; mejor todos iguales y co(a)rtados por el mismo patrón.

El sistema de las relaciones de poder a través de un modelo que incita a un consumo pasivo y vacío- y a este consumo como ideal de felicidad que llenaría todas las carencias-, sin necesidad de afrontar de manera personal las grandes preguntas y angustias del ser humano, no fomenta tampoco el crecimiento ni el poder ser uno mismo.

Ser uno mismo requiere un proceso que no es sin confrontación y sin dolor, de ir poniendo en cuestión muchas de las cosas que se han recibido y dado por supuestas, desde aspectos sociales, familiares, incluso aspectos de uno mismo...  de ir respondiendo de manera personal a las grandes cuestiones del ser humano, huyendo de respuestas enlatadas, para ir encontrando "el hueso", la esencia de uno mismo, que finalmente permitirá reconocer que no es posible hallar la certidumbre final sobre nada, pero si existe un camino con opciones para ir decidiendo con las propios puntos fuertes y menos fuertes, pero desde lo que uno es y desea.

Gracias.

viernes, 12 de diciembre de 2014

La rigidez como la negación de los cambios.

Me gustaría hablar en estas breves líneas sobre una cuestión que tiene un importante trasfondo psicológico y de sufrimiento; se trata de la coraza de rigidez con la que muchas personas afrontan su vida y su día a día.

Muy a menudo, la rigidez, propia de muchas personas, esconde cuestiones psicológicas de mucho calado y se ha fijado de una manera muy resistente, precisamente porque ocullta aspectos que inquietan y angustian mucho.

El carácter rígido sería entonces como una especie de tapadera, muy dura, eso sí, que esconde aspectos profundamente problemáticos de los que la persona se quiere mantener apartada a cualquier precio. Suelen ser aspectos relacionados con aquello de nosotros mismos de lo que habitualmente no queremos ser conscientes, nuestros aspectos más desagradables, contradicciones, ambivalencias... Es la mejor manera que la persona ha encontrado de hacer con aquello que si aparece, sospecha que podría provocar mucho sufrimiento, tal vez un sufrimiento intolerable.

No obstante parecer muy eficaz, aquello de lo que no se quiere tener noticia, no desaparece, sino que continúa desarrollando sus efectos desde otra lugar distinto de la conciencia:  no está resuelto, elaborado ni integrado.

Además la rigidificación del carácter, lleva también a una rigidificación de las relaciones y de la vida en general, dejando poco margen para cosas que tienen que ver con la vida misma: la apertura, los cambios, las transiciones, las novedades...

Del amplio espectros de vivencias, sentimientos, emociones y afectos que puede vivenciar una persona, la persona que ha rigidificado y blindado su existencia es capaz de poder experimentar y sentir solo una pequeña gama de ellas, dado que "todo tiene que permanecer igual" porque las novedades son muy amenazantes.

Me pregunto si eso implica "podar" y mutilar una buena parte de la existencia humana y de lo que puede traer el porvenir, en aras de una necesidad de seguridad que hace que se pierdan aquello que quizá es más propio de la vida:  los encuentros, las despedidas, los cambios, las sorpresas o los imprevistos.

Es por ello que quiero concluir que en mi opinión la rigidez aleja de lo más genuino de la vida, y reposa su peso en la mortificante necesidad de que todo siga igual, de que no haya cambios, sin duda la rigidez es empobrecedora de la persona.

Es en este sentido que las personas muy rígidas han quedado muy agazapadas pretendiendo encontrar una seguridad absoluta, por lo que cualquier atisbo de miedo, ansiedad, o angustia, que todo cambio suele traer -para todas las personas- sobretodo en los primeros momentos, implica para ellos una amenaza imposible de soportar que les hace redoblar sus esfuerzos en que todo se mantenga igual.

En este sentido creo que la pretensión de una vida sin algún atisbo de angustia, dolor, incertidumbre o cambios no sería tal vez una vida humana.

Muchas gracias.

jueves, 4 de diciembre de 2014

La conducta en el niño

La conducta de cualquiera, y especialmente la del niño, ser por definición en desarrollo y por tanto en relación de dependencia vital con sus cuidadores, depende de los distintos contextos  de desarrollo en los que el niño está inserto (familiar, escolar, social) y sobretodo del ambiente afectivo y relacional en el que está inmerso.

Cuando hay algo que está pasando y que sale de lo normal, cuando aparecen determinadas conductas que se repiten frecuentemente y que expresan el malestar -y el sufrimiento- del niño, como enfados, rabietas, dificultades para controlarse... es necesario poder atender a estos síntomas y tratar de entender cual es la razón por la que aparecen, y sobretodo, con que tienen que ver, como están yendo los vínculos y relaciones en familia o que cambios, pérdidas y duelos han acaecido en los últimos tiempos.

En este sentido, es habitual que los padres presenten una consulta con un profesional de la salud mental, preocupados y sin saber como afrontar lo que ellos viven como rabietas y conductas caprichosas del niño.

Pienso que no se trata de trabajar en el sentido de aislar únicamente en el niño lo que pueda estar pasando, quedarse en la superficie y no abrir un espacio para pensar con la familia que quiere decir todo esto y en que les afecta a cada uno. Siempre que un niño manifiesta una conducta sintomática, algo esta pasando internamente que no puede expresado ni resuelto de otra manera.

No es extraño que determinados niños no encuentren otra manera de expresar determinados conflictos y difucultades a través de su malestar, su nerviosismo y su rabia, con la intención comunicativa de que los demás perciban que algo les puede estar pasando internamente, y que necesitan ayuda. Si se "desoye" este pedido a poder mirar con otros ojos lo que está pasando, podemos tal vez "pacificar" aparentemente al niño y lo que le pueda estar pasando, ahogando una señal de alarma, de algo que puede no estar desarrollándose bien y que como no ha podido ser resuelto, sino solo silenciado, puede aparecer en el futuro como un trastorno grave. Sería en este caso negar la verdadera necesidad de trabajar emocionalmente con el niño y la familia, para que externamente las cosas parezcan resueltas, reforzando las defensas y el miedo de la familia a poder profundizar y por tanto a resolver las dificultades de base.

Es por eso que es fundamental poder acoger la primera impresión de los padres, para ayudarles a pensar y elaborar que es lo que puede haber asociado o debajo de esa primera percepción para poder trabajar realmente la dificultad del niño, y a menudo, de la familia, en aras aque pueda desarrollarse un proceso en el que sin duda todos evolucionarán y saldrán fortalecidos los vínculos familiares.