viernes, 12 de diciembre de 2014

La rigidez como la negación de los cambios.

Me gustaría hablar en estas breves líneas sobre una cuestión que tiene un importante trasfondo psicológico y de sufrimiento; se trata de la coraza de rigidez con la que muchas personas afrontan su vida y su día a día.

Muy a menudo, la rigidez, propia de muchas personas, esconde cuestiones psicológicas de mucho calado y se ha fijado de una manera muy resistente, precisamente porque ocullta aspectos que inquietan y angustian mucho.

El carácter rígido sería entonces como una especie de tapadera, muy dura, eso sí, que esconde aspectos profundamente problemáticos de los que la persona se quiere mantener apartada a cualquier precio. Suelen ser aspectos relacionados con aquello de nosotros mismos de lo que habitualmente no queremos ser conscientes, nuestros aspectos más desagradables, contradicciones, ambivalencias... Es la mejor manera que la persona ha encontrado de hacer con aquello que si aparece, sospecha que podría provocar mucho sufrimiento, tal vez un sufrimiento intolerable.

No obstante parecer muy eficaz, aquello de lo que no se quiere tener noticia, no desaparece, sino que continúa desarrollando sus efectos desde otra lugar distinto de la conciencia:  no está resuelto, elaborado ni integrado.

Además la rigidificación del carácter, lleva también a una rigidificación de las relaciones y de la vida en general, dejando poco margen para cosas que tienen que ver con la vida misma: la apertura, los cambios, las transiciones, las novedades...

Del amplio espectros de vivencias, sentimientos, emociones y afectos que puede vivenciar una persona, la persona que ha rigidificado y blindado su existencia es capaz de poder experimentar y sentir solo una pequeña gama de ellas, dado que "todo tiene que permanecer igual" porque las novedades son muy amenazantes.

Me pregunto si eso implica "podar" y mutilar una buena parte de la existencia humana y de lo que puede traer el porvenir, en aras de una necesidad de seguridad que hace que se pierdan aquello que quizá es más propio de la vida:  los encuentros, las despedidas, los cambios, las sorpresas o los imprevistos.

Es por ello que quiero concluir que en mi opinión la rigidez aleja de lo más genuino de la vida, y reposa su peso en la mortificante necesidad de que todo siga igual, de que no haya cambios, sin duda la rigidez es empobrecedora de la persona.

Es en este sentido que las personas muy rígidas han quedado muy agazapadas pretendiendo encontrar una seguridad absoluta, por lo que cualquier atisbo de miedo, ansiedad, o angustia, que todo cambio suele traer -para todas las personas- sobretodo en los primeros momentos, implica para ellos una amenaza imposible de soportar que les hace redoblar sus esfuerzos en que todo se mantenga igual.

En este sentido creo que la pretensión de una vida sin algún atisbo de angustia, dolor, incertidumbre o cambios no sería tal vez una vida humana.

Muchas gracias.

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