La conducta de cualquiera, y especialmente la del niño, ser por definición en desarrollo y por tanto en relación de dependencia vital con sus cuidadores, depende de los distintos contextos de desarrollo en los que el niño está inserto (familiar, escolar, social) y sobretodo del ambiente afectivo y relacional en el que está inmerso.
Cuando hay algo que está pasando y que sale de lo normal, cuando aparecen determinadas conductas que se repiten frecuentemente y que expresan el malestar -y el sufrimiento- del niño, como enfados, rabietas, dificultades para controlarse... es necesario poder atender a estos síntomas y tratar de entender cual es la razón por la que aparecen, y sobretodo, con que tienen que ver, como están yendo los vínculos y relaciones en familia o que cambios, pérdidas y duelos han acaecido en los últimos tiempos.
En este sentido, es habitual que los padres presenten una consulta con un profesional de la salud mental, preocupados y sin saber como afrontar lo que ellos viven como rabietas y conductas caprichosas del niño.
Pienso que no se trata de trabajar en el sentido de aislar únicamente en el niño lo que pueda estar pasando, quedarse en la superficie y no abrir un espacio para pensar con la familia que quiere decir todo esto y en que les afecta a cada uno. Siempre que un niño manifiesta una conducta sintomática, algo esta pasando internamente que no puede expresado ni resuelto de otra manera.
No es extraño que determinados niños no encuentren otra manera de expresar determinados conflictos y difucultades a través de su malestar, su nerviosismo y su rabia, con la intención comunicativa de que los demás perciban que algo les puede estar pasando internamente, y que necesitan ayuda. Si se "desoye" este pedido a poder mirar con otros ojos lo que está pasando, podemos tal vez "pacificar" aparentemente al niño y lo que le pueda estar pasando, ahogando una señal de alarma, de algo que puede no estar desarrollándose bien y que como no ha podido ser resuelto, sino solo silenciado, puede aparecer en el futuro como un trastorno grave. Sería en este caso negar la verdadera necesidad de trabajar emocionalmente con el niño y la familia, para que externamente las cosas parezcan resueltas, reforzando las defensas y el miedo de la familia a poder profundizar y por tanto a resolver las dificultades de base.
Es por eso que es fundamental poder acoger la primera impresión de los padres, para ayudarles a pensar y elaborar que es lo que puede haber asociado o debajo de esa primera percepción para poder trabajar realmente la dificultad del niño, y a menudo, de la familia, en aras aque pueda desarrollarse un proceso en el que sin duda todos evolucionarán y saldrán fortalecidos los vínculos familiares.
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