miércoles, 25 de mayo de 2016

Sobre la angustia -II-

Hoy en día los problemas relacionados con la ansiedad y con la angustia desbordan las consultas de los psicólogos o psiquiatras; son un mal que aumenta de manera significativa en nuestro tiempo.

Mi reflexión sobre el tema, es que la angustia y la ansiedad están muy relacionadas con la biografía de la persona, con lo que ha vivido y con lo que está viviendo actualmente. Es por ello, que de cara a poder hablar de curación es muy importante poder realizar (y que la persona pueda realizar con ayuda) una investigación y abrir una serie de preguntas y de interrogantes, a veces dolorosos en primer momento, sobre si misma.

Tal vez este itinerario no obtenga un alivio  tan instantáneo de la angustia, pero ofrece un recorrido para poder hacer algo con ella, que no se limite a aplacarla por diferentes procedimientos (químicos o no) que en el fondo no nos van a permitir desentrañar nada de su origen y su naturaleza.

Para poder dar lo que yo considero un tratamiento a la angustia siempre es necesario conocerla y explorarla, no sepultarla bajo medicamentos o procedimientos que de alguna manera la cortan, pero ello en nada nos asegura que no vaya a volver en el futuro o que aparezca de otra manera.

La angustia, por molesta e incómoda que sea (puede llegar a ser necesario combinar el tratamiento terapéutico con la medicación en alguna fase) es algo que hay que abrir para poder ir averiguando, desentrañando y deshaciendo los nudos de nuestra historia que la provocan.

Alguien puede sentirse muy angustiado por causas casi opuestas a las que angustian y mortifican a otra persona, el sufrimiento y sus causas son algo muy personal e idiosincrásico. Por eso mi opción no es la de los enfoques que implican una misma propuesta de tratamiento o de solución para todas las personas, cuando vemos que las causas de su sufrimiento pueden ser casi opuestas.

Una cosa es un alivio -temporal- de la ansiedad y otra muy distinta es poder hablar de una modificación, un aprendizaje dentro de la persona que ha permitido que esta angustia pase a ser otra cosa. En mi opinión muchos procedimientos que pueden ofrecer este alivio, pretenden que se trata de una curación, cuando para ello requeriremos de un procedimiento que vaya mucho más al fondo y la médula de la persona.

De manera general, nadie va a encontrar la curación otorgada por otro y desde fuera, es uno mismo, acompañado y guiado por una persona experta quien va moviendo los engranajes internos necesarios para el cambio:  más rápido o más lento, cada uno tiene su tiempo.

En los últimos tiempos proliferan decenas de procedimientos supuestamente terapéuticos de lo más variopinto y curioso que prometen rápidos y fantásticos progresos a las personas. Desde mi posición me pregunto si eso es posible o no es más bien ilusorio.

Opino que aquellos enfoques que se plantean como ultra-rápidos, de éxito asegurado, curación inmediata, cien por cien sencillos, que no implican a la persona cuestionarse cosas profundas y de calado... prometen cosas que muy difícilmente van a poder cumplir; casi diría yo que si la cuestión fuese tan sencilla como la pintan la propia persona consultante la habría resuelto por ella misma sin necesidad de pedir ayuda.

Más bien diría que este tipo de enfoques tienen que ver con no acabarse de meter en el fondo del asunto, como si fuera más bien una mano de pintura que una reforma integral, cuando una casa puede necesitar realmente una reparación importante.

El proceso de curación, lógicamente implica que la persona que pide ayuda porque sufre formula una demanda en forma de pregunta para saber que le está pasando; esa es la pregunta que hay que dejar abierta (aunque pueda ser por momentos molesta), y que será el inicio y el motor de los hilos de los que hay que ir tirando para encontrar cosas diferentes que no sean ese sufrimiento.

Por el camino aparecerán cosas distintas, y la posibilidad de llegar a otro lugar.
Quien no este dispuesto, en la medida de sus posibilidades y tiempos, a iniciar esta exploración, a involucrarse en las propias preguntas y respuestas, probablemente  se encuentre dando vueltas sin dirección sobre su malestar.

Saludos.

jueves, 19 de mayo de 2016

Los límites de lo racional

Si las personas fuésemos seres gobernados en nuestra totalidad por el pensamiento racional, es decir seres racionales, dudo que fenómenos masivos (como las guerras, la pobreza, las desigualdades extremas) e individuales (como el sufrimiento psicológico, las depresiones, la ansiedad, los conflictos y dificultades en las relaciones y en las familias) fueses tan frecuentes y tuviesen tanta importancia y repercusión como tienen en nuestra sociedad y en todo el orbe.

Mi impresión profesional y personal, es más bien que individual y socialmente, bajo una pátina de pretendida racionalidad en la que confiamos, escondemos todo lo que ni funciona a nivel individual ni tampoco lo hace a nivel social, hasta el punto que conseguimos apartarlo de nosotros y "no verlo". 

No ver determinadas realidades como son la incontrolabilidad y la incertidumbre de la vida o la presencia de determinadas realidades difíciles como son la certeza del envejecimiento, la enfermedad y la muerte para todos nosotros.

Muchos de estas partes de la vida no reconocidas no tienen que ver con la racionalidad y el sentido común, y no por escondernoslas desaparecen o dejan de operar, sino más bien se manifiestan en otros lados de manera impactante, horrorizándonos entonces por la manera en la cual la violencia, la desigualdad y la miseria afectan a muchos sectores de la humanidad, como si fingiéramos desconocer que en realidad son aspectos que provienen de todo cuanto rechazamos de nosotros mismos.

¿Qué tendrá que ver esto con cada uno de nosotros?

A este tendencia tan humana, que todos tenemos, para intentar de alguna manera "no ver" estas realidades difíciles, debemos sumarle que muchas veces nuestra pretendida racionalidad y confianza en el progreso y en la ciencia, se alía perversamente a esta disposición a "no querer ver" aquello que preferimos no ver: tratamientos médicos para parecer más jóvenes y renegar de nuestra verdadera condición, una lucha a muchos niveles por alargar la vida en contra de lo que la naturaleza dispone, producción de deslumbrantes objetos tecnológicos para la comunicación que al final nos mantienen comunicados (pero cada uno en su casa, sin la incertidumbre del contacto real) y aislados a la vez.

Dentro de nosotros opera lo racional, pero por debajo de ello y con mayor poder e influencia en nosotros operan otros registros que no tienen que ver con lo racional.

Es importante estar advertido de ello, para no caer en ingenuas simplificaciones y no desconocer un acercamiento más profundo a la verdad y a la realidad. Conocer los mecanismos irracionales que operan en  nosotros, que podemos intuir que tienen que ver con aquello que no "encaja bien" con esa idea de racionalidad -ponga aquí cada uno lo que se atreva a sospechar- nos sirve también para ser menos manipulables por argumentos e intereses simplistas y maniqueos en la medida que nuestro conocimiento se ancla en lo que no desconocemos de nosotros mismos.

No es por la parte racional por la que suceden las cosas que afectan en mayor medida a nuestra evolución personal y a la del mundo, si desconocemos toda esa parte no-racional, no podemos tratar de hacer algo con ella, aunque hacer algo con ella nos enfrente a reconocer nuestras limitaciones y a mirarnos en un espejo que tal vez no nos devuelva la imagen que siempre hemos querido ver, pero que tal vez no es la más real.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Medio vivir/Miedo-a-vivir

Sin duda, ver pasar la vida no es lo mismo que vivirla en profundidad.

Ese vivir en profundidad implica moverse, y al salir del circuito de lo conocido, toparse con la incertidumbre del cambio y con cierto miedo, teniendo que asumir lo más constructivamente posible la estructural impotencia del ser humano para controlar los acontecimientos y el propio destino, lo que implica que pueden aparecer cosas difíciles en el camino -no que el camino vaya a ser siempre difícil-

En esta entrada quiero plantear que vivir de una manera abierta, estando dispuesto a perseguir, conseguir y a disfrutar de los éxitos, pero a la par aceptando la incertidumbre y las cosas difíciles que pueden venir implica una serie de riesgos y de dificultades, que no todo el mundo está dispuesto a asumir.

Una cosa es dejar pasar los días sumido en la rutina, en la cierta comodidad que da mantenerse en lo conocido -que se puede llegar a transformar en parálisis, por miedo a lo desconocido- y otra cosa es apostar, sostener, implicarse, luchar por las cosas que uno quiere o valora, sin saber a ciencia cierta que es lo que se va a poder conseguir y si va a ser tan gratificante como esperamos.

Vivir escuchando lo que deseamos internamente y tratando de sostener la búsqueda y consecución de todo eso puede implicar itinerarios y recorridos que en cierta medida se salgan de lo que otros pueden esperar, de lo que es costumbre... e incluso que pueden implicar fases áridas de esfuerzo e incomodidad.

Sí, para vivir hay que moverse, implicarse, mojarse, apostar y arriesgar, y a veces, sin tener demasiado claro cual será el resultado, si es que queremos estar la carrera de conseguir algo importante para nosotros.

En mi concepción, la vida es en parte una apuesta que supone un cierto riesgo, y quien no quiere hacerla o no quiere oír hablar de riesgos corre el gran peligro de ver pasar la vida instalado en mediovivir/miedoavivir, porque no hay nada (ni la ciencia, ni la economía ni la educación nos lo pueden brindar) que nos pueda asegurar que nuestra vida va a ser un trayecto sin dificultades y sin la aparición de cosas inesperadas. Lo que sí puede suceder es que quedemos encerrados en la pretensión de encontrar tal cosa, mientras la vida se nos escapa.

La vida incluye el miedo y la incertidumbre en ciertos momentos como ingredientes naturales, y no hay nada que nos pueda evitar que eso ocurra en cierta medida. No obstante estas fases más complejas pueden formar parte del recorrido y del movimiento para conseguir lo que verdaderamente anhelamos.

jueves, 5 de mayo de 2016

Sobre la angustia

Si algo saben aquellas personas que sufren o han sufrido momentos de angustia más o  menos intensa de manera regular, es que en esos momentos todo se bloquea y se tiñe de negro, con la sensación de que una amenaza terrible (muerte, enfermedad, locura) caerá sobre nosotros sin que nada podamos hacer.

Apenas sirven los consejos del estilo respirar, tratar de pensar con claridad... precisamente porque la angustia se siente como una losa, como una fuerza, como algo que nos aprieta en un sentido casi físico de desordenar nuestro pensamiento, a menudo incluso haciéndonos difícil respirar.

Aun así, es importante tener en cuenta una serie de consideraciones generales acerca de la angustia:

-Si la angustia se caracteriza por algo, es por la aparatosidad con la que aparece, en este sentido, es como si quedáramos cristalizados en el momento presente, revistiendo dicho momento una importancia y una gravedad que nos parece que no podemos superar. En este sentido hay que recordar que estos momentos en los que la angustia es fuerte o muy fuerte, no suelen durar mucho, y posteriormente hay espacios para recuperarse y en los que la presión y el temor disminuyen mucho. 

-Siempre está ahí por alguna causa o razón, a menudo oculta, por lo tanto es susceptible de poder elaborarse a nivel psicológico: la angustia tiene su lógica y sus motivos, aunque nosotros no le veamos ninguna. Es un síntoma, una manifestación de que algo no está yendo bien en nuestro interior, por lo tanto, precisamente su papel es alertarnos de que algo no va bien para que demos el paso de investigar que es lo que está pasando.

-Aunque suene paradójico, a veces el hecho de que la angustia sea muy intensa es una llamada de nuestra mente precisamente para que podamos abrir, cuestionar e historizar cosas de nuestro pasado que quizás son fundamentales para poder vivir mejor, y que si no aparecen por los gritos desesperados de nuestra angustia, jamás nos pararíamos a reparar en ello. 

-Por lo tanto, por mucho alivio instantáneo que nos provoque poder suprimir o esquivar esa angustia (con medicaciones, con técnicas más o menos diversas) nada nos dice que de esta manera hayamos podido resolver aquello conflictivo que la provoca y mantiene, y por lo tanto, que no vaya a surgir en el futuro de la misma manera o de otra distinta.  

-Es cierto que es incómoda y molesta, y aunque sea doloroso y difícil es necesario dar tiempo para poder investigar e ir encontrando las causas y condicionantes de esta angustia si es que es cierto que tenemos un deseo real de trascenderla y salir de ella, es por ello que el alivio instantáneo (vía medicación...) más que abrir y cuestionar aspectos de nosotros mismos a los que esta angustia está abrochada, cierra y obtura cualquier pregunta, con lo que queda cerrada la posibilidad de reseguir el hilo de nuestra historia e identidad que nos llevará a la resolución real de ese síntoma tan doloroso y molesto.

Saludos.