Sin duda, ver pasar la vida no es lo mismo que vivirla en profundidad.
Ese vivir en profundidad implica moverse, y al salir del circuito de lo conocido, toparse con la incertidumbre del cambio y con cierto miedo, teniendo que asumir lo más constructivamente posible la estructural impotencia del ser humano para controlar los acontecimientos y el propio destino, lo que implica que pueden aparecer cosas difíciles en el camino -no que el camino vaya a ser siempre difícil-
En esta entrada quiero plantear que vivir de una manera abierta, estando dispuesto a perseguir, conseguir y a disfrutar de los éxitos, pero a la par aceptando la incertidumbre y las cosas difíciles que pueden venir implica una serie de riesgos y de dificultades, que no todo el mundo está dispuesto a asumir.
Una cosa es dejar pasar los días sumido en la rutina, en la cierta comodidad que da mantenerse en lo conocido -que se puede llegar a transformar en parálisis, por miedo a lo desconocido- y otra cosa es apostar, sostener, implicarse, luchar por las cosas que uno quiere o valora, sin saber a ciencia cierta que es lo que se va a poder conseguir y si va a ser tan gratificante como esperamos.
Vivir escuchando lo que deseamos internamente y tratando de sostener la búsqueda y consecución de todo eso puede implicar itinerarios y recorridos que en cierta medida se salgan de lo que otros pueden esperar, de lo que es costumbre... e incluso que pueden implicar fases áridas de esfuerzo e incomodidad.
Sí, para vivir hay que moverse, implicarse, mojarse, apostar y arriesgar, y a veces, sin tener demasiado claro cual será el resultado, si es que queremos estar la carrera de conseguir algo importante para nosotros.
En mi concepción, la vida es en parte una apuesta que supone un cierto riesgo, y quien no quiere hacerla o no quiere oír hablar de riesgos corre el gran peligro de ver pasar la vida instalado en mediovivir/miedoavivir, porque no hay nada (ni la ciencia, ni la economía ni la educación nos lo pueden brindar) que nos pueda asegurar que nuestra vida va a ser un trayecto sin dificultades y sin la aparición de cosas inesperadas. Lo que sí puede suceder es que quedemos encerrados en la pretensión de encontrar tal cosa, mientras la vida se nos escapa.
La vida incluye el miedo y la incertidumbre en ciertos momentos como ingredientes naturales, y no hay nada que nos pueda evitar que eso ocurra en cierta medida. No obstante estas fases más complejas pueden formar parte del recorrido y del movimiento para conseguir lo que verdaderamente anhelamos.
Ese vivir en profundidad implica moverse, y al salir del circuito de lo conocido, toparse con la incertidumbre del cambio y con cierto miedo, teniendo que asumir lo más constructivamente posible la estructural impotencia del ser humano para controlar los acontecimientos y el propio destino, lo que implica que pueden aparecer cosas difíciles en el camino -no que el camino vaya a ser siempre difícil-
En esta entrada quiero plantear que vivir de una manera abierta, estando dispuesto a perseguir, conseguir y a disfrutar de los éxitos, pero a la par aceptando la incertidumbre y las cosas difíciles que pueden venir implica una serie de riesgos y de dificultades, que no todo el mundo está dispuesto a asumir.
Una cosa es dejar pasar los días sumido en la rutina, en la cierta comodidad que da mantenerse en lo conocido -que se puede llegar a transformar en parálisis, por miedo a lo desconocido- y otra cosa es apostar, sostener, implicarse, luchar por las cosas que uno quiere o valora, sin saber a ciencia cierta que es lo que se va a poder conseguir y si va a ser tan gratificante como esperamos.
Vivir escuchando lo que deseamos internamente y tratando de sostener la búsqueda y consecución de todo eso puede implicar itinerarios y recorridos que en cierta medida se salgan de lo que otros pueden esperar, de lo que es costumbre... e incluso que pueden implicar fases áridas de esfuerzo e incomodidad.
Sí, para vivir hay que moverse, implicarse, mojarse, apostar y arriesgar, y a veces, sin tener demasiado claro cual será el resultado, si es que queremos estar la carrera de conseguir algo importante para nosotros.
En mi concepción, la vida es en parte una apuesta que supone un cierto riesgo, y quien no quiere hacerla o no quiere oír hablar de riesgos corre el gran peligro de ver pasar la vida instalado en mediovivir/miedoavivir, porque no hay nada (ni la ciencia, ni la economía ni la educación nos lo pueden brindar) que nos pueda asegurar que nuestra vida va a ser un trayecto sin dificultades y sin la aparición de cosas inesperadas. Lo que sí puede suceder es que quedemos encerrados en la pretensión de encontrar tal cosa, mientras la vida se nos escapa.
La vida incluye el miedo y la incertidumbre en ciertos momentos como ingredientes naturales, y no hay nada que nos pueda evitar que eso ocurra en cierta medida. No obstante estas fases más complejas pueden formar parte del recorrido y del movimiento para conseguir lo que verdaderamente anhelamos.
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