Desde mi experiencia personal y desde mi
perspectiva profesional, la angustia es siempre algo más que una molestia, que
un síntoma o que un padecimiento simplemente a extirpar, a aplastar.
Primero, porque difícilmente es viable
desprenderse “tal cual” de la angustia, dado que esta está siempre intrincada y
anudada a aspectos esenciales de nuestro ser y de nuestra identidad, por lo que
un manejo que simplemente la haga desaparecer, sin un recorrido por su mensaje,
su sentido y su función en el psiquismo de una persona, por muy tranquilizador
y eficaz que en un primer momento resulte, generalmente no evitará que tarde o
temprano nos la volvamos a encontrar, quizás con un aspecto más o feroz o difícil.
Nuestra tendencia humana es no querer hacer
este trabajo, resistirnos a este recorrido de ir descifrando lo que en la
angustia hay implicado de nosotros mismos, de nuestros aspectos más personales,
de nuestros recuerdos reprimidos: cuantas veces nos resulta extremadamente tranquilizante
empujar un conflicto haca lo más hondo de nuestra mente, no abordarlo, para no
saber nada de el, e incluso, más o menos ilusamente creer que pueda estar resuelto…
pero claro, siempre vuelve de alguna manera, siempre volvemos a encontrar de
alguna manera ese material radioactivo del que pretendemos deshacernos con
todas nuestra fuerzas.
Otro recorrido es posible, quedándonos el
tiempo suficiente con nuestro malestar, con nuestra angustia, e iniciando el
recorrido personal por nuestra historia, acompañados por un profesional adecuado,
podemos ir leyendo los determinantes del malestar que nos aqueja, para que
pueda ir pasando a ser otra cosa. Es cierto que puede ser doloroso y tomar su
tiempo, y estos son aspectos que no parecen conjugar con el signo de nuestros
tiempos.
El resultado, el saldo de saber de ese recorrido,
jamás será una vida sin angustia, dado que ese imposible sería lo más cercano a
estar muerto en vida, -clausurarse en vida para no correr el riesgo de vivir- pero si tal vez algo que tenga que ver con
poder aprovechar lo más vivo de la vida, establecer una relación diferente con
la angustia para usarla como despertador, como brújula que nos avisa del rumbo
que debemos ir tomando de acuerdo a como somos.
Hay que aprovechar la angustia para
despertar, aunque ese despertar a menudo no es fácil y puede requerir de ayuda.
Saludos,
nos vemos en el blog.
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