lunes, 20 de enero de 2014

Ser imperfecto en un mundo imperfecto.

Parte importante de como se siente uno consigo mismo, de su felicidad, tiene que ver con como se relaciona uno con las verdades incómodas de la vida. 

Una de estas verdades incómodas, es el hecho de que para lo más importante solo contamos con nosotros mismos, que nacemos y morimos solos. 

Otra de estas verdades incómodas consiste en que es imposible controlar la realidad y obtener seguridad absoluta sobre como irán las cosas -por lo que no sabemos en muchas ocasiones si nos estamos equivocando o no-, y muchos menos saber que nos deparará el futuro.

La tercera de estas verdades incómodas a las que me quiero referir hoy consiste en relacionarnos con el mundo aceptando que para nada este mundo es perfecto, y además, en poder aceptar  que nosotros mismos estamos adornados por todas clases de fallos e imperfecciones, sin que eso quiera decir que carecemos de valor como personas.

Aunque a primera vista parezca muy lógico y racional, no es fácil elaborar todo esto, y hay gente que mantiene en su estructura psicológica una necesidad de sentir que:

-Todo está bajo control; que está totalmente controlado el pasado, el presente (e incluso el futuro).

-Que la soledad no existe, y que en cuanto asome, hay que huir recurriendo a personas, objetos, drogas, ideales... para crear la ilusión de no sentirse nunca solo.

-Que el mundo es justo y muy perfecto.

-Que todo lo que implique esfuerzo/sufrimiento debe de ser absolutamente abolido.

-Que no hay que tolerar entrar en contacto con ninguna de las propias debilidades e imperfecciones, alimentando la ilusión de que somo maravillosos en todo momento

Todas estas maneras de vivir, citadas arriba,  ponen a las personas en una  posición muy frágil y de mucho sufrimiento cuando las cosas no salen como nos gustaría que salieran, cosa que pasa muy a menudo, dado que implican la incapacidad de poder aceptar las cosas como son, lo cual no quiere decir, que no podamos trabajar para tratar de que se acerquen a como nos gustaría que fueran.

La capacidad para aceptar las situaciones, a las personas, y a uno mismo con sus propios matices, es decir, pudiendo comprender que siempre incluirán una combinación de aspectos positivos y negativos, y que no por ello es necesario desecharlas, ofrece una perspectiva de mayor resistencia al sufrimiento ante la vida, en tanto que permite salir de aspectos ideales , que no nos permiten captar la realidad tal cual, si no como nos gustaría que fuera. No es difícil de imaginar, operando sobre la realidad con una visión tan distorsionada, los encontronazos personales, sentimentales, sociales, laborales... pueden ser sonados y repetidos.

Saludos y hasta la próxima

Saludos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario