En esta entrada del blog me gustaría planear algo que tiene que ver con mi posición ética, personal y profesional, a la hora de trabajar con la angustia, manifestación humana universal y presente en la mayoría de las dificultades de orden psíquico que afectan a las personas.
La angustia y la ansiedad son afectos terribles, muy difíciles de vivir y convivir con ellos. Es por ello sano y saludable que las personas que los padecen deseen y pretendan librarse de ellos lo más rápidamente posible.
Existen diferentes métodos, procedimientos y maneras de hacer para tratar con la ansiedad y con la angustia. En mi opinión, aquellos que tratan de suprimirla a toda costa en el menor tiempo posible, si bien pueden ser eficaces en la tranquiliación de la persona, no garantizan el cambio de aquellos aspectos más profundos, que son los que permitirán que esa angustia no vuelva a aparecer, y quizá más importante si cabe, no garantizan que no termine derivando en algún otro problema de índole emocional o incluso física de mayor gravedad.
Para poder realizar efectivamente este trabajo de desanudamiento de aquello que determina la la angustia y la ansiedad, hay que reconocer que la angustia y la ansiedad, a parte de ser dolorosísimas vivencias, encierran otras cuestiones de mucho más calado y de mayor magnitud, estructurales de la personalidad del consultante, que de poder ser removidas, sirven para posibilitar cambios profundos en la personas y en su percepción de la vida.
La angustia y la ansiedad son mensajes cifrados que si uno se puede permitir ir leyendo, con la ayuda de alguien que haya hecho ese camino en si mismo, posibilitan verdaderos cambios en la personalidad, e incluso en aquellas líneas maestras que permiten alterar un destino que se ha torcido.
Esto evidente comporta un trabajo, un objetivo y unos tiempos distintos de aquellos enfoques que simplemente pretenden erradicar, extirpar la angustia, como si esta no fuese algo constitutivo de la persona, para devolverla a un estado anterior de supuesta ausencia de ansiedad o angustia.
El tipo de trabajo que propongo pone a la globaliad de la persona en el centro, con su subjetividad única y particular como camino y como destino. Ello lógicamente requiere de una elaboración y de un tiempo y de un mayor trabajo de la persona consultante (no hay cura desde fuera, sin la implicación real de la persona que sufre), aunque es habitual que los primeros efectos terapeúticos se empiecen a sentir al poco tiempo, y ese efecto ya empieza a mover la rueda.
Es cierto que los tiempos no son muy favorables para un tipo de trabajo psicológico que no es inmediato, absoluto, de una sola tacada, deslumbrante... Pero cabe preguntarse si todo este deslumbramiento y vorágine técnica-consumista-competitiva actual ¿Nos situa en un escenario de mayor profundización en los valores de la subejtividad y humanidad de cada uno? o ¿Nos aliena de nosotros mismos y de los demás en una frenética búsqueda de una pretendida satisfacción inmediata de TODO que anula el pensamiento y la elaboración?
Ahí dejo esas preguntas que a mi me sirven para pensar estos temas.
Saludos.
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