A menudo la vida no tiene que ver con la idea que nos hemos hecho de ella, con las expectativas que teníamos y con lo que nos gustaría en un primer momento: su impredictibilidad e incontrolabilidad nos va llevando por derroteros y caminos por los que nos vamos moviendo sobre la marcha, de la mejor manera que podemos.
No hay nada en esta vida que pueda eliminar lo imprevisto, lo sorprendente, lo desconcertante -incluso lo angustiante- y lo que se sale de nuestros planes, la inercia de la vida para superar nuestras capacidades y recursos de planificación, pensamiento y racionalización, es ilimitada y está asombrosamente viva.
Me inclino a pensar, que el imprevisto, lo desconcertante, lo que "no estaba en el guión" es una de las maneras en las que la vida se manifiesta de una manera más clara, desmontando y a menudo contraviniendo nuestras ilusorias expectativas de control.
Creo que el hecho de poder acercarse y vivir esta parte de la vida -nada fácil, dado que nos acerca a la dolorosa confirmación de que tenemos mucha menos capacidad de controlar de la que creíamos-, nos puede llegar incluso a tranquilizar, en el sentido de dejar de pretender aquello que es imposible: No se puede encontrar un lugar en la vida, por mucho que uno se empeñe -por mucha formación, cultura, capacidad de sacrificio, recursos materiales y personales que uno tenga-, en el que no haya imprevistos, decepciones, pérdidas, disgustos y alguna angustia.
El imprevisto, lo azaroso, nos acerca a la idea de descontrol, y en ese sentido a que puedan aparecer cosas no deseadas o que tememos y eso nos acerca a que, aunque en el día a día no lo tengamos presente, tenemos una dimensión finita, y que algo que pueda aparecer puede perturbar nuestra aparentemente imperturbable tranquilidad.
Este es uno de los límites de la vida a cartografiar y a poder hacer y vivir con el de la mejor manera posible. Marca una de las limitaciones y de las cosas que "no se pueden", dado que nadie "puede todo". Nos acerca a temas con los que todo ser humano tiene que lidiar y que son problemáticos para todos, temas como el encuentro con los otros, la sexualidad, la enfermedad, el dolor, las separaciones, el deterioro o la certidumbre de la muerte.
El mensaje que pretendo transmitir, aun con todo esto, es el de que una vez aceptado que no podemos controlar muchas cosas, nos quitamos de encima una losa de responsabilidad inabarcable y de angustia interminable: ni siquiera estando siempre alerta, encerrándose en una burbuja y cerrando las puertas y ventanas de la vida (y apagando la luz), es posible estar a resguardo de los cambios e imprevistos, simplemente no se puede y nadie lo puede conseguir, por lo que empeñarse en no cambiar y en que las cosas no cambien, es condenarse a un sufrimiento sin fin.
Es un gran alivio dejar de pretender frenéticamente algo que no se puede, algo que nadie puede.
De ahí uno se acerca a que tal vez, no es tan aterrador lo que pueda acontecer, incluso aunque sean cosas, en primera instancia, dolorosas, y a que "no hay tiempo que perder" en la vida, y aunque nadie sepa a priori como va a ser el recorrido, también encontraremos cosas de gran belleza,
Sabemos el punto de partida, pero nadie puede prever el punto de llegada de nuestra vida; el recorrido se va haciendo momento a momento, y nunca es una línea recta.
Saludos.
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