lunes, 16 de marzo de 2020

Cuarentena: su impacto en la vida cotidiana

Todos nos enfrentamos en estos días a una situación inédita en nuestras vidas, que cambia temporalmente de manera radical nuestros hábitos, rutinas, y modos de vida, además de someternos a un estresor -virus- que no está fácilmente bajó nuestro control.

A parte de todas la reflexiones posibles y las muchas miradas -sanitarias, económicas, sociopolíticas- que podemos tomar sobre la pandemia que nos está afectando, lo más probable es que para la mayoría de las personas sea un cambio abrupto, pero pasajero en su estilo de vida, que no tiene porqué tener consecuencias en el futuro.

Este cambio se va a caracterizar por la necesidad de restringir la actividad en gran medida y tener que pasar mucho tiempo confinados en casa, y esto puede generar consecuencias y efectos, dado que la gran mayoría de la población no estábamos preparados mentalmente para una situación así, especialmente por lo abrupto de esta, aunque el virus ya formada parte de la actualidad informativa.

Las tensiones comunes que podemos enfrentar:

Para la gran mayoría de la población, el problema -a parte de las consecuencias, esperemos que nulas, del impacto del virus en el propio grupo familiar- será como manejar todo esa nueva organización de la vida diaria, con restricción de la actividad y mucho tiempo libre, para evitar el surgimiento de angustias, tedio, agresividad...

De manera general, para población sana, el hecho de estar confinados en casa puede generar dificultades de adaptación como:

-Los problemas lógicos derivados de estar bajo una situación de peligro no fácilmente evaluable ni controlable, que pueden afectarnos a nosotros o a las personas importantes para nosotros.

-Incertidumbre de tipo económico sobre como afectará al propio trabajo y ingresos esta crisis sanitaria, si vira a crisis económica y social.

-Roces y crisis familiares por la convivencia forzada. Discusiones de pareja, conflictos intergeneracionales, tensiones que afloren; dado que todos estamos más nerviosos, convivimos en un espacio más pequeño y tenemos mayor contacto en una situación no deseada.

-Surgimiento de conflictos y carencias psicológicas, más o menos compensados con nuestra actividad diaria habitual, que emergen al no tener las barreras y defensas psicológicas de la cotidianidad: estamos más solos ante nuestros miedos, ante nosotros mismos y nuestras carencias, de manera que pueden ir abriéndose paso cosas que tenemos más al fondo de la mente -a veces porque hacemos un gran esfuerzo en mantenerlas relegadas ahí-

Algunas recomendaciones:

Creo que es muy importante mentalizarse del estado de alarma y excepción en el que estamos, saber que será pasajero, y contextualizar aquellas dificultades o tensiones (no sanitarias) que nos vayan surgiendo, para valorarlas en su justa medida; es momento de permitirse que surjan cosas, no juzgarse demasiado duramente, relajar los ritmos, saber soportar que el aburrimiento puede ser el mínimo común necesario, y saber renunciar a prioridades, hábitos o rutinas -individuales y/o individualistas- que generalmente tenemos, para preservar nuestra salud individual y común.

Esta situación nueva requiere de una reflexión y una adaptación personal, de manera que veamos nuestra vida alterada en la menor manera posible, pero respetando el enfoque colectivo de protección de la salud.

Algunos aspectos que pueden ser interesantes para atravesar esta situación son:

-Establecer medidas de protección y prevención adecuadas. Mantenerse informado a través de los organismos oficiales y por los medios de comunicación más importantes. Racionalizar el consumo que realizamos de manera general, sin elementos superfluos ni una reducción alarmista. Ser crítico con el uso de las redes sociales y no contribuir a difundir información falsa o dañina.

-Organización; establecer rutinas y un cierto horario, tratar de establecer pequeños objetivos y proyectos para el ahora y para el después de esta situación, tratando de ocupar a toda la familia.

-Centrarse en objetivos más internos y reflexivos, hacer una reordenación interior surgida del contacto con aspectos psicológicos internos. Dar tiempo y lugar a todos aquellos aspectos personales de reflexión, para los que normalmente no encontramos tiempo.

-Poder poner de relevancia el valor colectivo y social que tiene el hecho de estar comprometido y aceptar y cumplir las nuevas normas que se están tomando, como un  pequeño sacrificio social necesario, y también valorar que es lo que podríamos aportar nosotros a nivel colectivo para esta situación, donde puede caber la solidaridad con aquello que lo están pasando peor que nosotros.

Una mirada colectiva:

Ahora más que nunca es necesario tener en cuenta las diferentes situaciones sociales, que tal vez no son las mismas que personalmente estamos viviendo, especialmente si nosotros somos jóvenes y estamos  sanos; tales como problemas derivados de personas que están solas o enfermas, derivados de la falta de contacto humano o ayuda básica; las dificultades básicas en la vida diaria en personas dependientes, discapacitadas, sin hogar, con una enfermedad mental grave...

Es necesario descentrarse del enfoque estrictamente individual -aquel que predomina en las redes sociales, con comentarios y apreciaciones que rozan a menudo la insensibilidad- para poder valorar como lo están pasando otros colectivos que de manera cotidiana nos quedan mentalmente lejanos y que sufrirán más que nosotros esta situación.

En mi opinión, esta situación puede hacer consciente a mucha gente de aspectos dolorosos a nivel social (la enfermadad, la probreza, la vejez...) lo que nos puede hacer más permeables a las situaciones de necesidad que vive mucha gente, o bien puede encerrarnos en una burbuja individualista e insolidaria. Cada uno responderá en función de sus posibilidades.
Es interesante como parece que mucha gente se está planteando, más allá de mantener su propia salud y la de la propia familia, como contribuir al bienestar común, aspecto que generalmente no está encima de la mesa de manera habitual.




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