En los últimos tiempos la realidad diaria parece haber empeorado para muchas personas y colectivos, a causa de esa concatenación de factores que se ha venido a llamar crisis.
Estamos vivenciando la entrada en nuestro día a día de elementos que parecían no tener cabida: el drama económico y personal del vecino, conocidos nuestros que están pasando por cambios y crisis fuertes que jamás habríamos esperado... En definitiva, la rotura de los diques de comodidad y rutina, que alejaban a la pobreza y a la marginación de nosotros y de nuestra esfera de conocidos, poniéndonos en contacto con ella de manera repentina, y traumática en algunos casos.
En este sentido existen diferentes maneras de ser afectados y vivir este proceso:
Los jóvenes están viendo postergado su proyecto vital y el acceso a un modo de vida adulta y autónomo, siendo esto en el mejor de los casos un retraso y en el peor, la quiebra de sueños y posibilidades que no se podrán recuperar como cuales.
Han habido otros casos más dramáticos en los que se han descosido, e incluso destruído, familias a consecuencia de un golpe económico que ha empezado con la pérdida de trabajo, ha pasado por la pérdida del hogar, posible separación de la familia... En este caso la crisis es vivida de un manera traumática, con un efecto que podría compararse al de la irrupción de una catastrofe natural.
Siempre he pensado que el poder de la palabra: el poder acompañar emocionalmente a las personas que están viviendo todo este proceso, no hace que estas arreglen sus problemas, pero puede ayudar a encaminarlas a buscar algunas soluciones posibles, permitiendo que puedan dar sentido a lo que ha pasado, superando el estupor inicial, y siendo la red de emergencia ante lo que parece una caída sin fin, que puede poner en riesgo la vida psíquica y física de la persona, por lo inesperado y la magnitud del traumatismo.
La función de sostenimiento, hecha por familia, amigos, y por profesionales que entiendan que es necesario movilizarse en una situación que podríamos catalogar de emergencia social, me parece fundamental, dado que la palabra es algo que nunca nadie podrá hacer quebrar y cuyo poder muy habitualmente se subestima.
Es cierto que en Eivissa estamos sufriendo en los últimos tiempos algunos sucesos trágicos que pueden tener que ver con todo lo que nos está suciendo como sociedad. Es necesario que todo esto se pueda hablar, decir y manifestarse para encontrar alivio, que se visualice, se reconozca y se pueda hacer algo, al menos en el orden del apoyo social y el reconocimiento de que mucha gente está viendo conmocionadas sus vidas, tando adultos como jóvenes.
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